Los incendios forestales son motivo de preocupación en México y el mundo. El problema es complejo y lo que hay que hacer al respecto es objeto de un debate cargado de prejuicios, malentendidos y malas interpretaciones; para disipar el humo que entorpece su percepción, es necesario el conocimiento y entendimiento de la ecología del fuego. Aunque hoy en día gran parte de los incendios forestales son antropogénicos, el fuego ha estado presente en los ecosistemas terrestres durante 400 millones de años, mucho antes de que hubieran humanos encendiéndolo. La razón es que un proceso vital para la existencia de la biosfera, la fotosíntesis, produce dos de los tres ingredientes necesarios para el fuego: biomasa de plantas (el material combustible) y una atmósfera rica en oxígeno; el tercer factor, una fuente de calor de ignición, ha sido aportado principalmente por la caída de rayos. Por esto eliminar el fuego es materialmente imposible, así que tenemos que reaprender a convivir con él; igual que con terremotos y huracanes, aunque la diferencia fundamental es que es posible manejarlo, como ya lo sabían nuestros ancestros desde la prehistoria.Para el manejo del fuego es indispensable conocer los factores ambientales que controlan los regímenes de incendios -la variación en su frecuencia, estacionalidad, intensidad (fuerza física), severidad (efectos) y tamaño en el paisaje a través del tiempo- y como responden a esto los ecosistemas. Existen diversos regímenes de fuego característicos de distintos ecosistemas, debido a la influencia del clima en la producción de biomasa de plantas -el combustible potencial-, la duración de la estación seca del año en la cual hay combustible disponible para encenderse y arder, y las condiciones del tiempo atmosférico -temperatura, humedad, vientos, etc.- que favorecen o limitan la propagación del fuego. En las selvas tropicales lluviosas los incendios son raros porque están limitados por la humedad persistente, y en los matorrales áridos el factor limitante es la escacez de biomasa. En cambio, los bosques de coníferas y encinos, chaparrales y pastizales, que se encuentran en condiciones intermedias de clima y productividad, son ecosistemas propensos a incendios; el fuego ha formado parte de su dinámica y del ambiente en el que evolucionó su biota, por lo que son resilientes y están adaptados a regímenes históricos de incendios que varían desde frecuentes y de baja severidad, hasta infrecuentes de alta severidad.El problema en estos tiempos del Antropoceno es que la influencia humana en el entorno ecológico ha alterado el clima, ha transformado la cubierta vegetal haciéndola más inflamable, ha aumentado las igniciones antropogénicas y, debido a esto, ha modificado los regímenes de incendios; este es el verdadero problema. Como lo ha señalado el historiador ambiental y ecólogo del fuego Stephen Pyne, vivimos ahora en el “Piroceno” porque hemos creado las condiciones para que ocurran incendios más intensos, severos y difíciles de controlar, como los que ocurren en California, Siberia o Australia. Este es el reto para el manejo del fuego como parte de la gestión integral y la conservación de los ecosistemas forestales.Enrique J. Jardel Peláez es investigador del Centro Universitario de la Costa Sur de la Universidad de Guadalajara.Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales.