Domingo, 24 de Noviembre 2024

Nadia Murad tiene una misión

La recién galardonada con el Nobel de la Paz logró escapar del calvario y la explotación sexual del Estado Islámico en Irak; ahora esta yazidí lucha por llevar a los criminales ante la justicia internacional

Por: El Informador

Activista. La galardonada con el Nobel de la paz, hoy en día es embajadora de buena voluntad de Naciones Unidas para la dignidad de los supervivientes de la trata de personas.

Activista. La galardonada con el Nobel de la paz, hoy en día es embajadora de buena voluntad de Naciones Unidas para la dignidad de los supervivientes de la trata de personas.

Denis Mukwege. Con 63 años años de edad, el premiado con el Nobel de la paz pasó gran parte de su vida ayudando a las víctimas de violencia sexual en la República Democrática del Congo.

Denis Mukwege. Con 63 años años de edad, el premiado con el Nobel de la paz pasó gran parte de su vida ayudando a las víctimas de violencia sexual en la República Democrática del Congo.

Metas. A sus 25 años de edad, Murad viaja y da conferencias con el objetivo de recuperar algún día la tranquilidad que el campo alguna vez le dio.

Metas. A sus 25 años de edad, Murad viaja y da conferencias con el objetivo de recuperar algún día la tranquilidad que el campo alguna vez le dio.

A  Nadia Murad miembros del autoproclamado Estado Islámico le destrozaron el cuerpo y la mente de por vida. Como a ella, unas tres mil niñas y mujeres yazidíes fueron esclavizadas por el ISIS en Siria y en Irak. Murad tenía 19 años cuando los hombres armados entraron en su pueblo del Norte iraquí, mataron a los varones y se llevaron a las mujeres a Mosul. Las encerraron, las vendieron y rompieron sus cuerpos más allá de los límites de la brutalidad.

Aquellas niñas y mujeres fueron piezas de un lucrativo mercado de seres humanos fundamentado en una supuesta interpretación rigorista del Islam por la que las yazidíes son mujeres infieles. La recién galardonada con el Nobel de la paz logró escapar del calvario tres meses después arriesgando una vez más su vida. Desde entonces, su lucha por llevar a los criminales ante la Justicia Internacional por genocidio y crímenes contra la Humanidad no cesa. Pelea porque se haga justicia con la minoría yazidí, una de las más antiguas de Irak.

Murad, de 25 años, imparte conferencias, viaja, concede entrevistas… rema con la vista puesta en la justicia, aunque según reconoce, muy a su pesar: “Yo no quiero ser activista para siempre. No quiero tener que contar mi historia una y otra vez. Quiero tener mi propia vida”, se lamentaba recientemente en la cafetería de un hotel de Berlín. Pero sabe que no es posible, que su vida se torció para siempre con la toma de Kojo, su pueblo, el 3 de agosto de 2014. A seis miembros de su familia los ejecutaron y también a su adorada madre.

Lejos queda la feliz vida de campesina iraquí. Ahora esta mujer menuda viaja por el mundo con la mirada medio ausente, pero imbuida por su determinación. Le acompaña en su misión Amal Clooney, la conocida abogada defensora de derechos humanos. Ha recibido el premio Sájarov a la libertad de conciencia y el Václav Havel de derechos humanos. Es además embajadora de buena voluntad de Naciones Unidas para la dignidad de los supervivientes de la trata de personas.

Como parte de su cruzada, Nadia Murad ha escrito el libro “Yo seré la última. Historia de mi cautiverio y mi lucha contra el Estado Islámico” (Plaza Janés), en el que describe con minuciosidad forense su tragedia. Siempre tiene en mente el día después. El día en que su testimonio sirva para hacer justicia. Porque es consciente de que los detalles, el día, la hora, los lugares importan. Es un relato duro y necesario que trata de evitar que la violación vuelva a ser otra vez más un arma de guerra en el enésimo conflicto.

Ahora vive en Alemania, donde llegó con su hermana gracias a un programa que acogió a un millar de niños y mujeres yazidíes, tras pasar por un campo de refugiados donde malvivió en condiciones penosas. Aquí está obligada a extremar su protección porque sabe que los tentáculos del Estado Islámico son de largo alcance, también en Europa.

Durante la entrevista en Berlín, Murad repitió varias veces una idea que le obsesiona, la complicidad. Sigue sin poder asimilar cómo tantos iraquíes que sabían lo que pasaba de puertas para dentro en las casas del horror donde se violaba a las mujeres no decían nada. Sí, eran víctimas del miedo, pero aun así. “Una minoría trató de ayudar, pero si hubieran querido, podrían haber ayudado a las mujeres a escapar”, decía Murad. Tampoco alcanza a comprender a los jóvenes occidentales que corren a alistarse con el ISIS aún a sabiendas de las atrocidades que cometen.

Y no oculta tampoco su frustración ante la política de refugiados europea. “Ahora gente que ha sido esclavizada por el ISIS durante años vive en campos de desplazados, en condiciones penosas”. Hace poco Nadia Murad hizo público su compromiso con un joven que actuaba de intérprete en las entrevistas. “Quiere aprender inglés y maquillaje”.

Un galardón a su lucha

Denis Mukwege y Nadia Murad fueron galardonados el pasado viernes con el Premio Nobel de la Paz 2018. El Comité Noruego así lo anunció. Denis Mukwege, un ginecólogo que cura a mujeres violadas en la República Democrática del Congo (RDC), y la activista iraquí de origen yazidí Nadia Murad, de 25 años, ex esclava del grupo yihadista Estado Islámico entraban en todas las quinielas y finalmente fueron los galardonados. Ambos, además, fueron ganadores del Premio Sajárov que concede el Parlamento Europeo. El Comité Noruego les concedido el galardón por la labor de ambos en la lucha contra la violencia sexual.

“Nadia Murad es la testigo que habla de los abusos cometidos contra ella y otros. Ella ha demostrado un valor extraordinario al relatar sus propios sufrimientos y hablar en nombre de otras víctimas”, dice el Comité que otorga el galardón. Murad vivía con su madre y sus 12 hermanos en el pueblo de Kojo, al Norte de Irak, cuando el 3 de agosto de 2014 llegaron los soldados del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). Fue secuestrada y vendida como esclava sexual. La joven logró escapar en noviembre de aquel año, gracias a la ayuda de los vecinos. Acabó en un campo de refugiados de Irak y después se trasladó a Alemania.

El médico Denis Mukwege, de 63 años, pasó gran parte de su vida ayudando a las víctimas de violencia sexual en la República Democrática del Congo. En 1999 fundó, gracias al apoyo de las organizaciones de ayuda internacional, el hospital de Panzi, en la ciudad de Bukavu, al Este del país. Como cirujano jefe de este centro, él y su equipo han intervenido a decenas de miles de mujeres violadas y víctimas de la ablación. “El doctor Mukwege condenó repetidamente la impunidad por violaciones masivas y ha criticado al Gobierno congoleño y a otros países por no hacer lo suficiente para detener el uso de la violencia sexual contra las mujeres como estrategia y arma de guerra”, describe el Comité Noruego.

“Acepto este premio por ustedes”, dijo Mukwege  desde el hospital Panzi, según informó el diario local “Actualité”. “Esto demuestra que ustedes (las mujeres) ya han sido reconocidas. Este premio no tendría sentido si no reconociera la lucha de la mujer”, añadió el ginecólogo. En octubre de 2012 sufrió un atentado en el que murió uno de sus colaboradores, justo un mes después de haber dado un discurso en la ONU en el que pedía a la organización una “condena unánime” contra los grupos rebeldes “responsables de actos de violencia sexual”.

Tapatío

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