La extracción de litio para fabricar baterías de autos eléctricos está abriendo "heridas" graves en ecosistemas frágiles y supone además un consumo enorme de agua para la obtención del recurso, incluso en el desierto, mientras varios países buscan intensificar esa minería con el argumento de la sostenibilidad, advirtió una experta que recorrerá el mundo investigando modelos en base a este tipo de mineral en busca de alternativas.Pese al impacto socioambiental del extractivismo a gran escala sobre recursos naturales críticos, en la senda de la transición energética verde mundial existe una carrera por lograr ser potencia en la producción de baterías eléctricas, aunque "el acceso a las materias primas es todavía un obstáculo importante".Para obtener una tonelada de carbonato de litio se necesitan unos dos millones de litros de agua, aunque puede llegarse a cinco millones en ciertos casos, dependiendo del grado de concentración y la técnica utilizada, según las estimaciones de especialistas.A nivel técnico, la extracción del litio puede ser a cielo abierto, pero también a partir de enormes piscinas al aire libre en pleno desierto, donde las altas temperaturas del sol evaporan millones de litros de agua previamente bombeados al exterior desde el subsuelo, explicó la arquitecta Marina Otero, galardonada con el prestigioso Premio Wheelwright de Harvard.El premio otorga una beca de 100 mil dólares para financiar dos años de investigación y viajes a proyectos de carácter global.En el marco de este galardón, la licenciada por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y la de Columbia en Nueva York y exdirectora de investigación del Centro Nacional de arquitectura de Países Bajos, visitará distintos modelos de sostenibilidad digital por el mundo para investigar materiales como el litio, del que están fabricadas las baterías de emergencia de los centros de datos que sustentan la gigantesca maquinaria de internet.La senda económica sostenible y digital en el mundo ha disparado "la fiebre" por este recurso, especialmente abundante en el llamado triángulo del litio que conforman Chile, Argentina y Bolivia.Se está produciendo un "colonialismo verde" por parte de empresas extranjeras que sacan el litio a costa de dañar el medio ambiente y se apoderan del valor añadido de la fabricación de las baterías, según la experta.Se están abriendo "grietas" en ecosistemas y comunidades especialmente "frágiles" como las poblaciones atacameñas en Chile, a las que la obtención de litio "les está quitando el agua y piden protección".En los salares de Atacama, explicó Otero, el agua se bombea del subsuelo hasta unos grandes estanques poco profundos, para conseguir una solución de salmuera de litio; a continuación se espera entre 12 y 16 meses para obtener un concentrado de hasta 6 mil partes por millón (ppm) de litio.Finalmente, la justicia chilena ha dado la razón a las comunidades denunciantes tras reconocer su derecho "a una vida sin polución con acceso a sus recursos" frente a actividades extractivas "que los ponen en peligro", agregó la investigadora.Pero esta "fiebre" del litio no afecta solo a Sudamérica. En Europa se han encontrado depósitos muy grandes en países como Portugal y España, aunque también en Serbia y la República Checa.España cuenta en Cáceres con uno de los mayores depósitos de litio, pero los movimientos ciudadanos han logrado de momento "salvar la montaña" y parar el plan de extracción por la proximidad al centro histórico de la ciudad porque "destruiría el ecosistema al afectar a un acuífero local y a las aves de la zona", remarcó Otero.En Portugal se abrió en su momento un proceso de extracción de litio con licencias a compañías para prospecciones a gran escala para ver si había litio en el territorio y "mucha gente protestó y los planes se redujeron", dijo la investigadora.No obstante, se mantiene vivo el proyecto que abriría una de las minas de litio más grandes de Europa en Covas de Barroso, al norte de Portugal, lamentó Otero. Se trata de uno de los entornos en el continente de mayor diversidad de flora y fauna, con tradiciones ancestrales y la consideración de patrimonio agrícola por la Unesco.Ante este escenario mundial, Otero propone acciones como fomentar "la minería urbana, es decir, incentivar el reciclado de las baterías de litio de los vehículos eléctricos y de todos esos ordenadores y teléfonos móviles en desuso, mediante métodos que sean eficientes a bajo costo para activarse a gran escala.En la actualidad, los metales que contienen esos dispositivos se reciclan en plantas de fundición, pero consumen mucha energía y liberan gases nocivos y además no se recupera la mayor parte del litio, señaló la investigadora.Otros métodos, como los hidrometalúrgicos, emplean productos químicos que generan una cantidad de residuos cuya eliminación resulta muy compleja y costosa.Por otra parte, muchos laboratorios investigan con microorganismos que se alimentan de metales para reciclar baterías de litio. Estos microbios pueden, mediante un proceso denominado biolixiviación, disolver selectivamente el litio para que genere menos emisiones y necesite menos energía y productos nocivos durante el proceso, explicó Otero.