La persona escogida por el presidente Donald Trump para dirigir la CIA, la primera mujer en ese puesto, es una espía de carrera y fue jefa de una cárcel de la agencia en Tailandia donde los sospechosos de terrorismo eran sometidos a una técnica de interrogatorio cruel pero que el presidente apoya.Trump tuiteó el martes que postulará al director de la CIA Mike Pompeo para reemplazar al secretario de Estado Rex Tillerson y que escogió a Gina Haspel para ocupar el vacío dejado por Pompeo. Haspel, actual número dos en la agencia, ayudó a cumplir la orden de destruir los videos de ahogamiento simulado. La orden provocó una investigación del Departamento de Justicia que culminó sin que se formularan acusaciones.Haspel, que tiene amplia experiencia en el exterior, fue durante un breve período la jefa de una cárcel secreta de la CIA donde los sospechosos de terrorismo Abu Zubayadah y Abd al Rahim al-Nashiri fueron sometidos en 2002 a la técnica también llamada "submarino", según agentes de inteligencia en activo y retirados que hablaron con The Associated Press bajo la condición de anonimato.Más de una década después del abandono de esa técnica, la CIA aún se ve acosada por el recuerdo de una técnica que el gobierno estadounidense consideraba tortura antes de que el gobierno de George W. Bush la autorizó para sospechosos de terrorismo. No hay indicios de que Trump quiera reanudar ese programa de detención e interrogatorio.Haspel, quien ingresó a la CIA en 1985, ha sido jefa de diversos puestos de avanzada en el exterior. En Washington ha sido subdirectora del Servicio Nacional Clandestino y del Servicio Nacional Clandestino para Inteligencia Extranjera y Acciones Encubiertas.Cuando se la designó subdirectora de la CIA, varios funcionarios veteranos y el ex director James Clapper la elogiaron, pero la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) y otros defensores de los derechos criticaron la elección de una persona que participó del programa de interrogatorios con la técnica del submarino."Nadie que haya participado en la tortura de individuos merece ejercer la función pública ni menos aún dirigir una agencia", dijo Raha Wala, de la organización Human Rights First. "Admitir a alguien que tuvo participación directa en este programa ilegal, inmoral y contraproducente es olvidar conscientemente la historia tenebrosa de nuestra nación con la tortura".OA