Una cantidad nada despreciable de personas en Estados Unidos y en el mundo afirma, segura de atenerse a la verdad y nada más que a la verdad, que Donald Trump es todo lo malo que se dice de él. Para mala suerte del aludido, si cualquiera se da a la tarea de no dejarse llevar por la mala prensa que se ha agenciado y busca la objetividad perdida, le bastará ver, escuchar o leer a Donald Trump para confirmar que es tal cual la multitud de sus malquerientes afirman. Sus gestos, su vocecilla como gis que rechina en el pizarrón (perdón para las generaciones que no padecieron semejante experiencia), su desfachatez al mentir, unida a sus delatores entrecerrar los ojillos y fruncir los labios; su reír no pasa de elevar una de las comisuras de la boca: no ríe, se fastidia. Pretender la siempre esquiva objetividad es vano, se superponen los prejuicios y no hay espacio para la duda: es todo lo malo que se dice de él, pero como toda duda que se respete, conduce a otra: cómo semejante individuo se alzó con la presidencia de Estados Unidos por segunda ocasión (de acuerdo, no estamos aquí para preguntarnos tal cosa, no hemos perdido a ese grado la objetividad, pero hoy el tema es él y su país, que tiene una influencia enorme). Invirtamos el orden de las dos líneas finales del himno más escuchado en las olimpiadas: él está por regir “sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes. Oh, dime ¿aún ondea esa bandera estrellada?”“La democracia acechada por la desmesura”, se titula un capitulo del libro de Tzvetan Todorov: Los enemigos íntimos de la democracia (2014), ya no estamos para que el tornado Trump nos lleve en primera instancia a una reflexión sobre la democracia, pero viene bien para calibrar si el temor ante la era que oficialmente inicia mañana, parte de ideas compartidas. Afirma Todorov: “La democracia se caracteriza no sólo por cómo se instituye el poder y por la finalidad de su acción, sino también por cómo se ejerce. En este caso la palabra es pluralismo (…) Es fundamental que el poder judicial no esté sometido al poder político (…) que pueda juzgar con total independencia. Lo mismo sucede con el poder de los medios de comunicación, el más reciente, que no debe estar al servicio exclusivo del Gobierno, sino mantenerse plural. La economía, que depende de los bienes privados, conserva su autonomía respecto del poder político, que a su vez no se convierte en simple instrumento al servicio de los intereses económicos de algunos magnates. Así, la voluntad del pueblo tropieza con un límite de otro orden: para evitar que sufra los efectos de una emoción pasajera o de una hábil manipulación de la opinión, debe ajustarse a los grandes principios definidos tras una madura reflexión y consignados en la Constitución del país (…) El pueblo, la libertad y el progreso son elementos constitutivos de la democracia, pero si uno de ellos rompe su vínculo con los demás, escapa a todo intento de limitación y se erige en principio único, esos elementos se convierten en peligros: populismo, ultraliberalismo y mesianismo, los enemigos íntimos de la democracia”.Íntimos porque se producen en su interior y se nutren de ella, la democracia. Al ver los resultados de la elección en Estados Unidos, triunfó en el colegio electoral y también se alzó con el voto popular, el impulso es agachar la cabeza y apechugar con las consecuencias, precisamente porque los principios de la democracia quedaron relegados: Donald Trump puede hacer lo que quiera porque así lo pidió el pueblo -supuestamente- y por ello, según él y sus cómplices, lo que realice será intrínsicamente bueno (suena familiar en México). Para los antiguos griegos, narra Todorov, “el peor defecto de la acción humana era la hybris, la desmesura, la voluntad ebria de sí misma, el orgullo de estar convencido de que todo es posible.” Si unimos esa hybris a las implicaciones morales que tantos políticos, mujeres y hombres, en el mundo conceden a los resultados en las urnas, tendríamos que reconocer que las bebidas más nutritivas son los refrescos, por la cantidad de gente que los compra.La extensa descripción de la democracia aquí transcrita asimismo da la receta de cómo podríamos volverla a un cauce lejano a sus “enemigos íntimos”, allá, acá y acullá. Un Poder Judicial independiente (en Jalisco el gobernador Lemus lo dijo a las claras el viernes anterior). Medios de comunicación libres y no supeditados al Gobierno (en Estados Unidos, The Washington Post y LA Times, entre otros, no dieron el mejor ejemplo hace unos meses; en Jalisco estamos aún por ver de qué nivel será esa independencia, apenas estrenamos Gobierno). Que la economía no sirva nomás a los magnates es el escollo tamaño Peñón de Gibraltar que las democracias deben sortear, quién sabe si el poder político quiera, quién sabe si pueda (allá, acá y acullá). Impedir que emociones pasajeras y la manipulación de los medios, con las redes sociales, lleven al pueblo por rumbos que lo (nos) distancian de los principios consensuados en las constituciones; nos hubieran dicho antes, la temida hybris está en control del debate público y del discurso gubernamental, allá, acá y acullá.Cómo decían los clásicos: la moneda está en el aire. ¿Cumplirá Donald Trump sus amenazas? Hacia los migrantes, los aranceles, hacia el crimen organizado que trafica drogas, hacia imponer su nacionalismo y racismo. Si lo hace, en el porcentaje que sea, y aún si algunas se le ceban, lo que ya hizo fue poner un espejo inmenso frente al “concierto mundial”. ¿Cuánto de lo que nos espanta es nuestro reflejo? El antídoto contra él y sus modos es de fabricación doméstica, y podría resultar fatal, por la desmesura que acá gobierna, que termináramos señalando al ombligo ajeno sin mirar al propio.agustino20@gmail.com