Hoy más que nunca el sentido de comunidad es imperativo. No es sorpresa que vivimos inmersos en un sistema social que controla cada aspecto de nuestras vidas. La creciente importancia del monopolio de las redes sociales determina qué es lo que nos debe gustar, a qué debemos prestar atención y qué es aquello que resulta socialmente aceptable.Las redes sociales funcionan porque saben cómo mantenernos más tiempo en línea y porque lejos de ser consumidores, somos el producto que estas comunidades en línea venden. Los consumidores, en realidad serían las empresas que pagan por publicidad, mientras que nosotros somos el producto y éstos pagan por vender su producto en nuestra pantalla. Esto está explicado de una manera sumamente interesante por medio del documental de “El Dilema de las redes sociales” que puede ser encontrado en Netflix y otras plataformas.Resulta preocupante que no nos demos cuenta de lo inmersos que nos encontramos en un sistema que enajena y deshumaniza la convivencia. Llevándolo a un extremo, se podría argumentar que en realidad hoy no tenemos un sentido de comunidad. Poco a poco nos vamos distanciando más unos de otros y para el funcionamiento de aprobación y convivencia basta con tener un celular o una computadora con estas redes sociales descargadas. El éxito de las redes radica en que logran el enajenamiento de una manera convincente y paulatina. Esto significa que por medio de algoritmos específicos determinan qué le atrae a cada usuario para mantenerlo más tiempo en línea. En el momento que esto pasa, cada persona va desarrollando una jaula propia de la cual no sentimos la necesidad de salir porque el sistema nos apacigua con aquello que necesitamos. Ni más ni menos.Asimismo, debido a que las personas comparten únicamente aspectos positivos de sus vidas en redes sociales para conseguir la aprobación de terceros, no estamos generando un sentido real de la condición humana sino una ficción que no es sustentable.Esta modalidad no resulta sana ni acorde a la naturaleza del ser humano, el cual se encuentra programado para coexistir y generar un sentido de comunidad. El problema notorio al que nos enfrentamos es que estas comunicaciones son más indispensables que nunca debido a la pandemia a la que nos enfrentamos. Esto, sin embargo, no significa que debemos dejar de hacer la necesaria introspección de qué es lo que queremos para nuestra comunidad y dónde nos encontramos parados. Con la vacuna que se aproxima desarrollaremos un nuevo estilo de vida. Resulta imperativo cuestionar el tipo de realidad que queremos: una dentro de la cual las redes moldean nuestros gustos y consumen nuestros días o una dentro de la cual configuremos una comunidad más real y humana.