A veces nos resulta muy difícil aceptar a nuestra pareja tal y como es, y sentimos el constante deseo de estar señalándole aquello que no nos gusta con el deseo de corregirlo.Pero resulta que el verdadero amor no busca corregir ni perfeccionar al otro, sino comenzar por hacerlo con uno mismo.Entonces es un desgaste inútil y una persistencia molesta, estar fastidiando con comentarios y señalamientos, que no reflejan que se deja ser a los demás tal y cual son, sin estar insistiendo en expresar que nos disgusta algo que hace nuestra pareja.De aquí que el verdadero amor implica e incluye que aceptes la manera de ser, con todos sus errores y defectos, y en vez de quererlos corregir o cambiar, se desarrolla la tolerancia, la paciencia y el respeto. En pocas palabras uno es el que tiene que mejorar.Hace algunos años escuché a un padre inteligente, decirle a su hija: “cásate con un hombre no sólo por lo que te atrae y te gusta de él, eso es lo fácil y agradable, más bien fíjate en sus mayores defectos y errores y explora en ti, si el amor que le tienes será suficiente para soportarlos y respetarlos toda la vida, porque las personas no cambian, sólo mejoran o empeoran”.Realmente me parece muy cierto que el amor genuino ayuda a desarrollar una enorme capacidad para poder convivir con los defectos de la pareja, en cambio cuando no lo hay, es precisamente uno de los eslabones más frágiles, en donde se rompe la relación.Así que el mensaje es muy claro, el matrimonio es un auténtico ejercicio cotidiano para vencer al ego y no estarte fijando en lo que te hacen, sino en lo que tú les haces, para así comprobar que en vez de querer cambiar al otro, más bien te esmeres en querer ser mejor persona para siempre desear tratar mejor a quien dices que más amas.Vivir en paz no cae del cielo nomás así, es un esfuerzo que se conquista día a día con el empeño de amar a los que nos rodean tal y cual son, sin desear que ellos cambien algo que a ti te molesta, mejor comienza por dejar que te moleste a ti.