La cuarta ronda de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio para América del Norte ha concluido dejando un sabor a derrota para aquellas personas que tienen interés en que este tratado continúe vigente. Y es que, como seguramente sabrá, fue en esta sesión cuando Estados Unidos develó lo que todos sabíamos, pues se trataba de promesas de campaña, que sus intereses son en apariencia miopes y centrados en el déficit comercial que usó Trump durante toda la campaña para afirmar que se trataba de un convenio abusivo por parte de México y en menor medida de Canadá.El juego es complejo, y así lo demostraron las visitas que hizo el Primer Ministro canadiense a Washington y a la Ciudad de México. En cada una se dio una apariencia distinta, en Washington aparentemente dispuesto a desechar a México y hacer una alianza de dos, en México unido en el interés en sostener el tratado y no hacer mayores modificaciones al mismo.Sin embargo, tras más de 20 años de tratado creo que poca gente podrá afirmar honestamente que su vigencia no ha ayudado mayoritariamente a México, y que igualmente ha beneficiado a Estados Unidos y Canadá. El asunto es que en estas mesas de negociación propiamente no parece estar buscándose una actualización del tratado – lo cual es natural e incluso deseable puesto que las condiciones de comercio han variado sustancialmente durante este tiempo – sino que comienzan a aparecer las llamadas “death pills”Y es que con estas peticiones anormales, como la revisión quinquenal del tratado o el porcentaje de reglas de origen, resulta en momentos frustrante pretender que se tienen intenciones de permanecer en un acuerdo comercial. En ese sentido, Arturo Sarukhán escribió ayer algo muy cierto en El Universal, pues todas las esperanzas de que los industriales atemperaran los impulsos de Trump o que se discutiera la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la salida por ser un tema del legislativo, parecen desvanecerse ante la irracionalidad de Trump, pues lo único que parece interesarle es alimentar a esa pequeña base de votantes que no solo no han mantenido la fe en él sino que la ven reforzada en cada gesto de despotismo como la inclusión de la “sunset clause” que mencionábamos anteriormente.Lo extraño resulta que no quiera simplemente romper.Y es extraño porque ya se extendieron los plazos para las nuevas reuniones, lo que al menos indiciariamente, supone la posibilidad ya sea de estudiar las propuestas americanas o de que éstas se reformulen en términos más aceptables para canadienses y mexicanos.Ahora bien, a México esta ampliación no le cae nada mal por mucho que se afecte el tipo de cambio, porqué porque entre más pase el tiempo se irá reduciendo la oportunidad de la terminación, porque entre más pase el tiempo aumentan las posibilidades de que Estados Unidos se meta en otro lío que distraiga su atención de nosotros, porque entre más pase el tiempo aumentará la posibilidad de que comience a perder apoyo político de los propios republicanos.Así, creo que a México no le queda sino decir In Time We Trust.