Durante los 20 días posteriores a la elección en Estados Unidos hubo un vacío de poder. Donald Trump estaba pertrechado en la Casa Blanca sin reconocer la derrota (aun no la acepta oficialmente) y Joe Biden ‘atado de manos’ sin poder darle curso a la transición que lo llevara a la administración del país.Ni Trump aparecía (solo paga jugar golf) ni Biden tenía acceso para dar curso a la integración de su gabinete y tener acceso a la información necesaria para ir tomando el hilo del gobierno.Afortunadamente todo se acabó y empieza a tomar un rumbo normal. Un rumbo donde Joe Biden rompe los esquemas y lo hizo desde que inició su campaña y eligió a una mujer para la vicepresidencia.En los primeros siete nombramientos de esta semana, elige a tres mujeres y a un hispano. Todos en puestos claves, no de relleno dentro de la administración. Alejandro Mayorkas, de origen cubano, será el primer latino en dirigir el Departamento de Seguridad del Interior; la afroamericana Linda Thomas Greenfield será la embajadora de Estados Unidos ante ONU. La primer mujer de color en ir al Consejo de Seguidad de Naciones Unidas y Janet Yellen se convertira en la primera mujer en estar al frente de la secretaria del Tesoro.“Estados Unidos ha vuelto”, dijo Biden al referirse a sus primeras nominaciones, mientras que por otra parte rechazó algunas sugerencias que señalan que su gobierno ‘será el tercer término de Barak Obama’ en la Casa Blanca. “Nos enfrentamos a un mundo (y circunstancias) muy diferentes” haciendo referencia a los ocho años como vicepresidente con Obama.Sin embargo, la aparición del nuevo libro de Barak Obama ‘Una tierra de promesas’ que aparece a unos días de la elección parece una coincidencia que ha despertado suspicacias.Y aunque el proceso de post elección ya se ha iniciado para la toma de la administración, el camino sinuoso para Biden apenas comienza. La figura o el fantasma de Trump, que nunca aceptara la derrota, permanecerá vigente. Primero por el egocentrismo que le exige tener visibilidad, segundo por su interés de tomar control del partido republicano y tercero por sus aspiraciones (lo ha dicho en sus círculos cercanos) de buscar la presidencia nuevamente en el 2024. Y para ello no está solo. Detrás de él hay 70 millones de votantes que apostaron por su reelección y que tampoco están convencidos del resultado. Casi el 50 por ciento del padrón electoral que votaron y que no tan fácilmente dejarán de motivarlo para continuar con su objetivo. ¿Usted, qué opina?