Desde mucho antes que ganara la Presidencia, Claudia Sheinbaum comenzó a ver a Estados Unidos bajo una perspectiva distinta a la de su predecesor Andrés Manuel López Obrador. El entonces presidente había apostado por Donald Trump en la elección de 2020, autorizando la movilización de las células de Morena en Estados Unidos para impulsar el voto hispano por él. Cuando perdió, guardó silencio ante la victoria de Joe Biden, y fue uno de los últimos líderes en felicitarlo, más de un mes después de la elección, el mismo día que lo hizo otro trumpista, Vladimir Putin, el presidente ruso. Sheinbaum ha tomado un camino muy diferente.Todavía en la campaña presidencial le pidió a Altagracia Gómez, que en ese momento era una asesora influyente y coordinadora del Consejo Empresarial de la entonces candidata, que fuera a Estados Unidos para establecer contacto con los equipos de campaña de Kamala Harris y Donald Trump. La empresaria tapatía cumplió la encomienda y tendió los puentes para que, llegado el momento, tuviera un canal de comunicación abierto desde donde se pudieran colocar los cimientos de la nueva relación bilateral.Para bien y para mal, la elección del próximo martes tiene atrapado a México y al gobierno de Sheinbaum en la geoestrategia de las potencias y la guerra comercial entre Estados Unidos y China.Aunque con diferentes perspectivas y tácticas, Harris y Trump caminan en la misma dirección de enfrentar a China y doblegarlo en la guerra comercial que viven hace varios años por la supremacía en el mundo. Trump, que considera a China un enemigo, no es visto con tranquilidad en Beijing por la impredecibilidad de su conducta, mientras que a Harris, que la ve como adversario, no la ubican en la categoría de halcón como consideran a Biden, y con un conocimiento superior sobre China por la vía del candidato a la vicepresidencia, Tim Walz, que conoce bien ese país.Harris, que no ha sido muy explícita sobre la política que llevaría a cabo con China en caso de llegar a la Casa Blanca, sí ha dejado ver que no le interesa una guerra comercial con ese país, mientras que Trump ha sido incendiario en sus amenazas contra México, particularmente en el sector automotriz -motor del comercio exterior mexicano-, amenazando con tarifas de más de 200% a todos los vehículos fabricados en México bajo el supuesto de que tienen un alto volumen de contenido chino. Biden, sin llegar a esos extremos, anunció en septiembre que impondría tarifas a vehículos fabricados en México con software y hardware chino a partir de 2027.Hace unos días, la Secretaría de Economía advirtió sobre el daño potencial sobre el sector automotriz que provocaría esa medida, que rompería la cadena de proveeduría y elevaría los costos de producción, y que podría causar recortes de trabajadores en las plantas armadoras en México. Sin embargo, hay información de que, en efecto, hay un incremento significativo en las exportaciones de materias primas y componentes chinos a México, que entran en productos terminados a Estados Unidos.Quedar en medio de la guerra comercial entre esas dos potencias, sin importar quién llegue a la Casa Blanca, es un problema serio, al depender México de la economía de Estados Unidos. El año pasado, las exportaciones a ese país representaron el 80% del total de las ventas al exterior, y las importaciones significaron el 42% del total. Pero además del impacto en las relaciones comerciales, México puede verse afectado también en los flujos de inversión y perder su ventaja geográfica en la relocalización de las empresas, porque las tarifas no harían atractivas nuevas inversiones.En cualquier caso, los expertos consideran que si ganara Harris habría una diferencia en el trato con el gobierno de Sheinbaum. “No hay duda que el gobierno de Trump sería más problemático para México que el de Harris”, declaró esta semana a Los Ángeles Times Pamela Starr, una mexicanóloga y profesora de relaciones internacionales en la Universidad de California del Sur. “No hay ningún país más expuesto en el mundo a los riesgos relacionados con Trump que el de México”.Un reciente análisis de Moody’s Analytics anticipó que si gana Trump y sube 10% tarifas -el 5% de lo que ha amenazado que hará-, el impacto negativo en la economía mexicana sería de 0.7%, con lo cual el pronóstico del Fondo Monetario Mundial de crecimiento para el próximo año, bajaría a un paupérrimo 0.6%. “El impacto estaría más concentrado en México (que en otras naciones latinoamericanas), donde la reducción de importaciones de Estados Unidos, una disminución en la migración mexicana y una baja en las remesas, pondría en aprietos a la economía mexicana”, agregó.Los apremios económicos que vendrán, con mayor o menor énfasis dependiendo de quién gane la Presidencia, irán acompañadas también con presiones sobre la migración. Hasta ahora, México ha cedido ante los gobiernos de Trump y Biden para frenar la migración en la frontera sur de este país -a cambio de que voltearán los ojos ante las arbitrariedades autoritarias de López Obrador-, pero probablemente la demócrata y el republicano las elevarán, al estar vinculadas, cierto o falso, con el tráfico de fentanilo, donde ninguno de los dos transigirá.En migración, Trump es más escandaloso, pero los demócratas son más duros. El récord de deportaciones lo tiene el presidente Barack Obama, la principal influencia sobre Harris. Lo mismo en el combate al narcotráfico, donde Trump es un gritón belicoso, pero Harris tiene la mano más dura. Lo experimentó López Obrador cuando viajó a ver a Biden en julio de 2022 y en un desayuno privado, la vicepresidenta le exigió la captura de Rafael Caro Quintero. Harris no le dio espacio para patalear y le dio las coordenadas en dónde se ubicaba. Achicado, a los cuatro días se detuvo a Caro Quintero, acusado de haber ordenado el asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena.La elección en Estados Unidos ha sido vista como un momento de redefinición para el mundo. México, donde será más profundo el impacto, debe pensar más allá del contexto bilateral, abrir sus horizontes y plantearse escenarios adicionales.