Jueves, 19 de Diciembre 2024

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Que nadie se llame a engaño

Por: Augusto Chacón

Que nadie se llame a engaño

Que nadie se llame a engaño

La multicitada reacción del gobernador de Nuevo León hacia los reclamos que sus gobernados le han enderezado por las interrupciones de energía eléctrica y la falta de agua, especialmente en Monterrey… al margen: decir falta de agua es ya un lugar común nacional, cíclico, los adjetivos se acumulan y dejan de significar: grave, terrible, increíble falta de agua, el énfasis conviene porque lo que sucede en Monterrey es muestra concreta de una crisis que se acentúa sin límite, pero sobre la que la lluvia echa un velo cada año. Estábamos en la reacción de Samuel García ante las protestas de las y los neolonesas: fue muy suya, por el deficiente español que habla (“como si yo manejo CFE”, en vez de: como si yo manejara la CFE) y porque exhibió una vez más que no tenía idea de la responsabilidad que buscó echarse encima, no hace falta añadir que desconoce que representa a un estado que se proclama, como los demás, libre y soberano (la ocasión previa fue ante el caso de la desaparición y muerte de Debanhi Escobar, pidió al Fiscal de su estado, casi con lágrimas en los ojos, que le dejara ver la carpeta de investigación). Sí, son gestos y formas personales de entender el mandato que obtuvo, mismos que, sin embargo, apreciamos por doquier y desde los tres órdenes de gobierno, con corrección gramatical o no, por un asunto u otro: “como si yo tengo la culpa”.

Seguiría escarnecer más, aunque se baste solo, a uno de los sujetos favoritos de las encuestas-bola-de-cristal de la elección presidencial de 2024. No serviría de mucho. Como en tantas cosas de interés público quizá sea más provechoso atender el suceso no como parte del catálogo de sus taras personales, sino como evidencia de la degradación de la política según se entiende y se ejerce a partir de las nociones que dejan ver personajes que emergen del universo de las redes sociales, bueno, no emergen -en realidad nunca abandonan esa realidad “otra”- más bien nos impelen a constreñir la nuestra: elegirlos a partir de su notoriedad en Internet convertida en valor social e intelectual: la cantidad de seguidores directamente relacionada con el aprecio a sus posturas y a su forma de vida, y la constancia con la que sus “mensajes” son repetidos, demostración de su inteligencia; es tan deslumbrante lo que mana de las redes, Nuevo León es el ejemplo más a la mano, que lleva a la mayoría que vota por por ellas, por ellos, a hacer a un lado sus necesidades, por ejemplo de agua o electricidad, para concentrarse únicamente en la fama trivial que acarrea el candidato. ¿No estará escrito por ahí que la democracia además de un modelo que privilegia la libertad de los individuos es también la posibilidad de contrastar cada cual su vida, sus anhelos y los de la comunidad que lo contiene, con lo que quienes pretenden gobernar ofrecen y manifiestan ser capaces de hacer? 

Si el “sueño de la razón produce monstruos” -siguiendo la nota al pie del famoso grabado de Goya- ¿qué genera el embeleso de las redes sociales en el fantástico mundo virtual? (Atenidos a la acepción informática de “virtual”). En 1985 Woody Allen estrenó “La rosa púrpura de El Cairo”, dirigida y escrita por él. El argumento trata de una mujer que, para evadir su cotidianidad, en el tiempo de la Gran Depresión en Estados Unidos, se mete al cine día tras día y ve la misma película. En ésas está una tarde, ya con los parlamentos memorizados, cuando el protagonista del filme, desde la pantalla, se dirige a ella, espectadora. La acción va más allá y el personaje de ficción en la ficción sale de la pantalla y convive con el personaje de ficción en la realidad de ficción. En cierto punto deben huir juntos, montan en un auto, él se pone frente al volante, pero el coche no se mueve; los perseguidores están por atraparlos. Ella, desesperada, lo increpa: ¡arranca! Cómo, responde él, en las películas te subes al vehículo y se mueve sin que debas hacer algo.

¡Gobierna! Le gritan a Samuel, y a otras y a otros por todo el país. ¡Cómo! Parecen contestar. En las redes sociales tecleas alguna tontería o te grabas haciendo una chistosada y todos te siguen y te quieren; si la riegas, digamos que ilegalmente sacas a un bebé de un casa de cuidado o abrazas a un líder religioso corrupto, no necesitas sino transfigurarte, con dos o tres frases, en la víctima verdadera y clamar ignorancia de la buena (porque en las redes sociales hay ignorancia blanca y también negra) y pedir un perdón evidentemente espurio, si lo haces en medio de más chistosadas y vestido a la moda, te van a querer más y hasta puedes ganar elecciones.

El mecanismo ha sido exitoso en el planeta entero y ni siquiera es necesario que ocurra exclusivamente por Internet. Mediante recursos de la política tradicional, mítines, campañas pie a tierra, discursos, eslóganes baratos, el pulso fino para sentir lo que la gente quiere escuchar y el lenguaje adecuado para que lo comunicado gane ciudadanía, para luego con todo eso crear una realidad por medio de reconfigurar el pasado y postular un futuro luminoso que está por allá, lejos. El truco consiste en que el presente esté, en el imaginario de las personas, constantemente ocupado por mítines, campañas pie a tierra, frases huecas, discursos de coyuntura con aquello que la gente quiere oír y al modo en que quiere oírlo. ¡Gobierna, mira cuántos problemas se acumulan! Podrán reclamar algunos a aquel que se vale de las artes de la simulación. Para qué, podría responder el interpelado, si el rumbo al que los invito, el inalcanzable porvenir, los hace felices. Ahí, el coche se mueve solo.

agustino20@gmail.com

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