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¿Promesa… o maldición?

Por: Jaime García Elías

¿Promesa… o maldición?

¿Promesa… o maldición?

Cuando Enrique Alfaro, en su ejercicio como presidente municipal de Guadalajara, anunció, en tono triunfalista, que la Avenida Alcalde sería reconvertida en “paseo” como colofón de las obras de la Línea 3 del Tren Eléctrico Urbano que se realizan en la zona, anticipó, muy orondo, que la antigua arteria –ruidosa, contaminada, por la que cualquiera juraría que circulaban en forma caótica todos los camiones urbanos de la ciudad— se transformaría en “la nueva Chapultepec”.

Aludía, obviamente, a la metamorfosis que experimentó la antigua avenida Laffayette: de la zona eminentemente residencial de sus orígenes, hace casi un siglo –con el camellón al que iban a patinar las niñas y niños bien de la época, y con el que quizá fue el primer gran edificio de departamentos, rebautizado por la vox populi como “la vecindad catrina”—, al asiento de infinidad de bares y similares, al que las autoridades han colgado pomposas y no muy veraces etiquetas, tales como “Corredor Gastronómico”, porque hay por ahí, en efecto, algunos restaurantes, o “Corredor Cultural”, porque también hay unas cuantas librerías que no compiten, en cuanto a clientela, con los “antros” –como ahora se les denomina— que proliferan en el área.

-II-

Abandonada por sus antiguos moradores; reconvertidos los palacetes originales en cantinas o notarías, la zona denota, ciertamente, pujanza económica. Sería ese el destino, según el buen deseo del alcalde con licencia, del “Paseo Alcalde”… aunque está por verse si hay empresarios interesados en darles usos a tono a las antiguas casonas de la avenida y calles aledañas, y si las construcciones mismas resisten la reconversión anunciada.

Falta considerar, además, la otra cara de la moneda de zonas como la Avenida Chapultepec y Las (antiguas) Colonias: del Parque de la Revolución hasta la Avenida de las Américas. Víctimas de su propio éxito, esas añejas colonias residenciales se volvieron inhabitables, como ya se apuntó, para sus moradores originales y para sus descendientes, e inseguras para los propios visitantes que con su presencia asidua les dan vida en el aspecto económico. Los robos y asaltos a transeúntes, los “cristalazos” y robos de autopartes son la constante, porque los cacareados “operativos” de vigilancia policíaca son deficientes y porque cuando los supuestos “guardianes del orden” apenas van, ladrones y asaltantes ya vienen de regreso.

-III-

En esas circunstancias, no queda claro si el anuncio de que el Paseo Alcalde sería “la nueva Chapultepec”, debe interpretarse como promesa… o como maldición.

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