América Latina quedó marcada a lo largo de 2019 por un poderoso movimiento de insubordinación contra las políticas neoliberales y las oligarquías que las imponen, como quedó de manifiesto en las protestas y rebeliones sociales que emergieron en Haití, Ecuador, Chile, Uruguay, Colombia y Panamá. Y a su vez, este ciclo de protestas sociales no se entiende sin la poderosa participación de los distintos colectivos feministas de estos países y en toda la región.Que el performance Un violador en tu camino, del colectivo LasTesis de Valparaíso, Chile, se esté convirtiendo casi en un himno feminista no sólo en América Latina sino en el mundo, es la confirmación de la potencia feminista en este ciclo de luchas en nuestra región.La participación masiva y organizada del movimiento feminista en este ciclo de protestas se ha convertido en decisivo en ciertas coyunturas. Por ejemplo, en Bolivia en las horas aciagas en las que el ejército salía a reprimir, colectivos feministas como Mujeres Trabajando, donde milita María Galindo, fue clave para tratar de hacer entender que se cometía un golpe de Estado por parte de la derecha, pero también que el gobierno de Evo Morales había cometido errores que lo llevaron hacia su destitución.En Chile, las movilizaciones las comenzaron chicas de secundaria con las protestas contra el aumento a la tarifa del metro con la consiga, “evadir, no pagar, otra forma de luchar”. Y la Coordinadora Feminista 8M, de Santiago, fue clave para llamar a la movilización contra todo el orden neoliberal impuesto desde la dictadura de Augusto Pinochet.A diez días de que empezara la protesta este colectivo llamó a no desmovilizarse: “Ese Chile que hasta el 18 de octubre era presentado ante el mundo como modelo de exportación neoliberal ha sido desmentido en las calles por millones. Decidimos no vivir más en la medida de lo posible. Decidimos no vivir más con una constitución firmada con sangre para un capitalismo extractivista que ha secado ríos y sacrificado territorios, decidimos no vivir más sin el reconocimiento a todos los pueblos que habitan este país. Decidimos gritar por cada compañera que nos arrebata la violencia patriarcal que lo atraviesa todo, y ponerle fin al miedo a decidir sobre nuestros cuerpos porque así lo señaló el dictador antes de ceder su puesto. Nos deben una vida y la estamos recuperando, la estamos construyendo ahora para hacerla realidad”. Y este mismo colectivo feminista fue clave para extender la protesta a nivel de asambleas de barrios que dotó de otra forma organizativa al movimiento chileno.Es evidente que no es casual la potencia feminista en este ciclo de protestas sociales. Las mareas y marabuntas feministas con su programa contra el patriarcado y la violencia machista cuestionan el orden de dominación y con su disidencia y radicalidad permiten expresar otras dominaciones y subordinaciones.Como ha definido Verónica Gago, la expresión del malestar contra el orden neoliberal que se expresa en esta oleada de protestas en América Latina no se entendería sin la participación feminista: “Esta experiencia del malestar es impensable sin la rebelión feminista que ha dado dignidad política a todas las violencias y que ha puesto a los cuerpos como índices de una verdad histórica del deseo de otra vida”.Gracias a esta potencia feminista, millones de personas en América Latina y el mundo han cambiado su mirada política. La Coordinadora Feminista 8M lo escribió para Chile, pero se puede suscribir para toda la región: “Ellos creen que esto se cerró”, escribieron el 27 de octubre apenas terminó la protesta más grande de Chile, “pero en realidad algo se ha abierto de manera irreversible. Nosotras no somos las que éramos hace una semana y este país nunca volverá a ser el mismo”. Y así ha sido.