En sus cursos de periodismo, Tomás Eloy Martínez recomendaba escribir el texto tal y como saliera de primera intención. Luego había que volver al principio y tachar todos los adjetivos. Regresar de nuevo al inicio, volver a revisar y dejar sólo aquellos adjetivos que son indispensables, los que realmente aportan a la descripción de los hechos y dejar fuera todos aquellos que sólo revelan prejuicios, animadversiones, muletillas. El adjetivo mata, decía.La doctora María Elena Álvarez-Buylla, directora de Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (Conacyt) se aventó una polémica descripción de los que llama la Ciencia Neoliberal que, según ella, es aquella que genera dependencia tecnológica, tiene capacidades limitadas de articulación, tiene baja eficiencia en la innovación, abandona la ciencia básica y genera grandes transferencias al sector privado. ¿Por qué estas características son neoliberales? Por antojo, porque ahora neoliberal ya no es un conjunto de ideas sino un insulto; neoliberal es simple y llanamente todo aquello que no gusta al régimen actual o todo aquel que les cae mal.Todos los gobiernos tienen un forma particular de entender la ciencia y la tecnología y cada uno ha apostado, y dilapidado, recursos a su manera. En el sexenio de Fox hubo una gran apuesta para que el Conacyt apoyara la tecnología aplicada a la industria despreciando todo aquello que no generaba -en su visión- valor. Hubo por supuesto proyectos exitosos y un montón de abusos, empresas que fingían tener desarrollo tecnológico para tener recursos de las bolsas de tecnología aplicada. Con Peña Nieto el enfoque fue a convertir a los investigadores, particularmente de ciencias sociales, en evaluadores de programas de gobierno. Hubo recursos para aquellos que estaban dispuestos a hacer de la evaluación-justificación de programas gubernamentales “una ciencia”, por absurdo que parezca, al servicio del gobierno en turno. No es pues extraño que López Obrador tenga su propia visión de la ciencia y que, como todo político, quiera instrumentalizarla. Pero hay que dejar claro que eso no es democrático, todo lo contrario, es una visión autoritaria de la ciencia. Al plantear que existe una ciencia neoliberal y una popular Álvarez-Buylla está cometiendo el mismo error de sus antecesores, a los que tanto critica, pero con sus propis prejuicios. El papel de Conacyt y del Sistema Nacional de Investigadores es tener una política de Estado que asegure la libertad de cátedra y de investigación, y proteja a los investigadores de este tipo de bandazos. El único adjetivo que admite la ciencia el “libre”, pero por el bien de todos quitémosle incluso ese, vayamos por una ciencia sin adjetivos, y exijamos a los investigadores, que pagamos todos pues es dinero público, que produzcan conocimiento. En la ciencia lo que hay que aumentar son los parámetros y estándares de calidad, no los adjetivos.diego.petersen@informador.com.mx