Al año 2020 le quedan apenas tres días. Entre reflexiones y recuerdos dolorosos, quizá la expresión más repetida al hacer una inmediata evaluación es que este año ha sido malo. Pésimo, puede afirmarse. A la pandemia del coronavirus se suma la crisis económica, el azote de la violencia que todos los días deja un reguero de víctimas sin control y sin detenidos y, además, la certeza de la polarización social en la antesala de una elección que puede costarnos mucho más que los casi 20 mil millones de pesos que tiene asignados el Instituto Nacional Electoral (INE).Quisiera destacar que ante las desgracias que azotan al país, tenemos otra vez las muestras de solidaridad social que equilibran la balanza. Pero no es así. Esta vez no están presentes esas muestras de hermandad, como pudimos verlas, por ejemplo, después del terremoto de septiembre de 2017.La razón, posiblemente, es que los escenarios son muy diferentes.A los mexicanos no les falta humanidad para echarle una mano a los que están sufriendo por una u otra causa; pero no estamos ante una tormenta, un sismo o un conflicto focalizado.Nos encontramos esta vez ante conflictos de diversos orígenes, con causas múltiples y daños que trascienden el tiempo y la distancia.¿Cuánto tiempo pasará para que recuperemos al menos el mismo nivel de actividad económica y laboral que teníamos como país antes de marzo pasado? Los expertos en economía calculan (y es eso, un cálculo que depende de factores cambiantes e inciertos) que puede ser en tres, cuatro o cinco años. Ya será ganancia.Otro planteamiento. ¿Qué es más probable: que en 2021 finalmente se detenga la inercia de violencia y homicidios que provocan cada año una marca mayor de personas muertas y que por fin seamos testigos de una contención y disminución, o lo contrario? Después de dos años de la administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador, lo que sí puede constatarse es que la estrategia de pacificación no funciona (incluso ya está fuera del discurso presidencial y de las mañaneras) y la Guardia Nacional, como gran estrategia nacional para responder a la inseguridad, está apenas en etapa seminal.En este punto en particular, lamentablemente hay más indicios para el pesimismo. Para avanzar en dirección de la seguridad, es indispensable mayor colaboración entre autoridades federales y estatales. Eso no está ocurriendo y 2021 marcará más divisiones y distanciamientos en la medida que chocan dos proyectos electorales muy claros: la oposición en alianza contra Morena y la 4T.Podría añadir un listado de temas no menos importantes. Pero el espacio no basta y además, los conocemos de cerca o de lejos.El sentido común dicta que ante una variedad de problemas, primero han de resolverse los más urgentes. ¿Qué es primordial durante los últimos días de 2020 y los primeros meses de 2021? La salud.Por eso es sorprendente que los medios convencionales de comunicación y las redes sociales estén plagadas ya, en plenas fiestas decembrinas, de los spots de ataque y descalificación.Así son las elecciones. No hay sorpresa. Una estrategia elemental para ganar votos es mostrar los defectos del adversario. Pero todo tiene costos. Y estamos pagando mucho, en términos económicos y humanos.No van a sorprendernos el PAN, el PRI o el PRD. Son conocidos de sobra. ¿Qué van a hacer en Morena? ¿Cuál es su “diferencia”?Hasta ahora, sólo hay más de lo mismo.Quizá por eso dice el añejo refrán que todos somos del mismo barro, y aunque no es lo mismo bacín que jarro, no se ven por ninguna parte a los artesanos.Feliz Año.