Ni la reciente designación del Presidente Andrés Manuel López Obrador, ni la chapucera actuación mayoritaria de los Senadores de la República, ni la inacción del resto de los Poderes constitucionales o los fácticos, ni la vergonzosa rendición de protesta de la señora Rosario Piedra, podrán detener las acciones ganadas por los múltiples movimientos nacionales e internacionales en favor del respeto de los Derechos Humanos, pues hoy en día en nuestro entorno social se ha despertado la necesidad de luchar, no sólo por aquello que nos afecta individualmente, sino también por las acciones o inacciones que afectan a los demás.En este contexto, nada podremos celebrar el día de mañana 10 de diciembre –Día Internacional de los Derechos Humanos-, pero mucho habremos de rememorar en torno a lo que la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) adoptó en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en 1948, documento que con el paso del tiempo ha llegado a convertirse en el más traducido en el mundo, por lo que ahora puede ser leído en por lo menos 500 idiomas.Muchas han sido las vidas que se han perdido en todos los espacios del planeta a causa de la indefensión de la ciudadanía y de la inacción de las distintas autoridades y los horrores vividos precisamente a manos de las mal llamadas “autoridades”, no obstante, habríamos de distinguir entre las transgresión de los derechos humanos por parte de los entes sociales y las ejercidas por los propios ciudadanos que aún son incapaces –por ignorancia, apatía o “simple” beneplácito- de respetar los derechos de los demás.Ningún radicalismo podrá detener la lucha por los Derechos Humanos. La paulatina “estrategia” de Andrés Manuel López Obrador para ir designando a sus aliados, amigos, parientes o conocidos en puestos vitales del ajedrez político nacional obedece a su convicción de que sólo con sus incondicionales de podrá seguir haciendo lo que él quiere en nuestro país, e incluso después del 2024, pues es un hecho que hoy en día, quien no cumple con sus ocurrencias, deseos o supuestos, se arriesga a quedar sin los jugosos contratos que implica la obra de Gobierno (una buena parte de los empresarios ha cedido al poder y ahora hasta parecen amigos del Presidente); quedar fuera de la nómina gubernamental –federal- que aunque cada vez resulta menos atractiva, para quienes no van por el sueldo, sino por lo que el puesto les puede significar, difícilmente van a contravenir las órdenes superiores; menciono al último a los pobres, porque éstos con los programas sociales están siendo convertidos en seguidores “a ciegas” del mandatario.