Lunes, 02 de Diciembre 2024

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Negocios privados, rabietas públicas

Por: Diego Petersen

Negocios privados, rabietas públicas

Negocios privados, rabietas públicas

En su descomposición por los problemas en los que lo metió su hijo José Ramón, el Presidente comenzó a decir dislates, como que iba a pedirle al Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI) que diera a conocer los salarios de los periodistas y de los dueños de las empresas de comunicación. Una reportera tuvo que recordarle que los salarios privados no son materia de información pública y que en todo caso el INAI a lo que está obligado es a proteger los datos personales de ellos. No importa, insistió obcecado el Presidente, y como suele hacer en estos casos, sólo cambio de tema para salir del atolladero.

Más allá del enojo presidencial la pregunta pertinente es ¿qué tan pública debe ser la información de los medios de comunicación? A diferencia de otras empresas, los medios de comunicación son, efectivamente, empresas privadas de interés público. Ello significa, entre otras cosas, que serán siempre más fiscalizadas y vigiladas. Cuando las empresas de comunicación son públicas en el sentido bursátil del término, es decir que cotizan en bolsa, están obligadas a rendir cuentas y compartir ciertos datos, entre ellos los salarios de los altos ejecutivos. Los salarios de los conductores y grandes estrellas suelen hacerse públicos también en estas empresas cuando ello implica un gasto importante, es el equivalente a una inversión o un contrato significativo, y debe hacerse en acuerdo con las personas involucradas. El otro dato que debe ser público es cuando las empresas de comunicación o los comunicadores a través de sus empresas particulares reciben cualquier pago de parte de un gobierno o entidad del Estado.

Salvo esos casos, los salarios de los periodistas no son ni deben ser objeto de escrutinio. El derecho a la privacidad de los periodistas es exactamente el mismo que el de cualquier persona que trabaja en el ámbito privado. El que el trabajo periodístico implique, en muchas ocasiones, indagar sobre la vida de las personas públicas y políticamente expuestas no lo equipara al sector público. Aunque es cierto que los periodistas somos también personas políticamente expuestas y por ello sujetas a un escrutinio mayor que otras profesiones del ámbito privado, ello no significa que nadie, ni el Presidente, tenga derecho a violar la vida privada de un comunicador.

A los políticos les gusta desacreditar la información golpeando al mensajero, como si poner en duda la calidad moral del emisor modificara el contenido informativo del mensaje. ¿Cambia algo la información cuánto gane y quién le page a un periodista? Por supuesto que no. Nos caiga bien o mal quién lo hace y quién le paga, lo único que debe importarnos es el dato y cómo fue construido.

Aunque no les guste a los políticos, los medios de comunicación son negocios privados que no se regulan con rabietas públicas.

diego.petersen@informador.com.mx

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