Cada vez que las autoridades se llenen la boca de autoelogios con respecto al gran trabajo que hacen al administrar los recursos de todos, cada ocasión en la que afirmen que su vida y obra le traerá al sitio que gobiernan el mayor beneficio en su historia, o en esos momentos en los que nos presuman que su paso por la función pública vendrá con las mayores y mejores obras de Latinoamérica, recordémosles Pueblo Quieto.Para quien no conozca esa zona, que se encuentra exactamente en medio de puntos neurálgicos de la Zona Metropolitana como la Expo Guadalajara, el Corredor Chapultepec, la Glorieta Minerva o la Glorieta de Las y Los Desaparecidos, se trata de un espacio que, a lo largo los años, esas mismas autoridades que agotan su saliva en cada informe de Gobierno han ignorado a tal punto que hoy permitieron que se convierta en tierra de nadie.Porque sí: es tierra de nadie. No hay otra manera de referirse a un espacio donde un hombre fue abandonado adentro de una alcantarilla en la que, además, había restos humanos de alguien que corrió con menos suerte que él.No hay otra manera de describir un sitio en el que gritos desesperados brotan del subsuelo. En donde huesos humanos asoman desde la tapa del registro para llamar la atención de un buen samaritano que auxilie a quien lleva cinco días muriendo de inanición. Allí: a cinco minutos de la Expo Guadalajara.Pueblo Quieto no es sólo un oxímoron, pues está lejos de ser un pueblo y mucho más aún de estar quieto. Es una invasión aledaña a las vías del tren en donde incluso los trabajadores de Ferromex encienden su alerta a cada ocasión que pasan por ahí, por donde cada vez menos ciclistas se atreven a rodar ante el temor de ser golpeados y despojados de su transporte, y donde hace una semana se llegó a otro colmo en la que, un día sí y otro también, nos presumen como la segunda ciudad más importante del país.De nueva cuenta, el operativo que inició este miércoles en la zona, y que ahora se nutre con la presencia de autoridades federales, es un plan de respuesta y no de prevención. Como ha ocurrido en los últimos años, el Estado reacciona a la jugada del crimen organizado y otra vez se ubica detrás de éste. Nada ha cambiado y, tal parece, nada va a cambiar.El peor problema de la burbuja en la que suelen vivir las autoridades que “cambian historias”, es que ésta les impide ver que no sólo tienen un Pueblo Quieto con el cual lidiar, sino muchos más… y no todos ellos se encuentran ocultos entre las vías del tren.