Vale la pena darles un reconocimiento a los familiares y amigos que nos acompañan durante nuestras enfermedades. Ellos realmente dejan sus actividades y su ego para atendernos cabalmente.Durante el proceso que se vive en una enfermedad, se requieren de muchas atenciones que uno mismo no puede realizar, y por ello es indispensable contar con alguien cercano a que nos ayude con todo lo que necesitamos.Es muy grato encontrar, que en casi todas las familias, existe un maravilloso ser que con un auténtico sentido de la caridad, va a dejar sus propias actividades, para estar plenamente contigo y ver lo que se ofrece.Son a estos héroes, sin nombre, a los que les dedicamos la columna de hoy, que además sabemos que no lo hacen por conveniencia ni interés, sólo por amor y genuino altruismo. Merecen al menos reconocerles el gran mérito que tienen en la curación y sanación. Son una auténtica medicina en todos los sentidos, desde en el alma, hasta dándote los medicamentos a la hora correcta, acercándote el vaso de agua o yendo a pagar tus recibos. Son unos angelitos de la guarda.Son prueba de la esperanza en los demás, en la existencia de la bondad y el sacrificio, en claro contraste de quienes ni se acercan para ayudar y siempre tienen algo más importante que hacer, que cooperar.Gracias a estos seres exquisitos, es que se superan mucho más fáciles las penas y mortificaciones de una enfermedad o en una convalecencia de cualquier tipo. Seamos agradecidos con ellos y demos un cálido reconocimiento a su entrega, lo hicieron por voluntad, no por obligación. Les salió del corazón y lo hicieron de la mejor manera posible y a su alcance. Son seres maravillosos.