En noviembre de 2011, en la conmemoración especial de la edición 25 de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, cuando ya estaba convertida en la segunda más importante del mundo, la primera en ediciones en español y en una muy potente tribuna desde la que se lanzaban influyentes posicionamientos en temas locales, nacionales e internacionales, su creador y presidente, Raúl Padilla López, festejaba casi en solitario la grandeza de su mayor orgullo.Sí, estaban ahí todos los liderazgos de la comunidad universitaria, que ahogaban todo intento de disidencia interna, pero era notoria la ausencia, en los festejos del cumplimiento del cuarto de siglo de la FIL, de representantes del entonces Gobierno federal, estatal y municipal, así como de las organizaciones empresariales del Estado, que observaban de lejos la celebración, pese a que la FIL era ya todo una activo del Estado, que ponía la marca Guadalajara en todo el mundo y generaba una millonaria derrama económica.Aunque ya se codeaba con premios Nobel de Literatura, y era reconocido por editores y escritores de todo el mundo, en las clases dirigentes locales y nacionales persistía la desconfianza en el ex líder estudiantil de la tristemente célebre y pistolera Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), y del ex rector que seguía con el control absoluto y opaco de la UdeG.En ese momento, al aislamiento contribuyeron también los embates del gobernador panista Emilio González, que lo acusaba de despilfarrar en la FIL, en el Festival de Cine y de operar patrimonialmente el Auditorio Telmex. Hombre con estrella como era, a Padilla lo salvó de esa campaña negativa, la visita que con copas le hiciera el mandatario a su casa a altas horas de la noche. El líder del grupo UdeG aguantó estoico el largo desaire de las elites políticas, gubernamentales y económicas hasta que en el 2013, en la edición 27, finalmente la FIL lo redimió con la condecoración del Gobierno de Francia que recibió en Casa Jalisco, que no pisaba después de lustros, cuando el finado priista Jorge Aristóteles Sandoval no sólo le abrió las puertas, sino que además le convocó a los liderazgos de sus coterráneos, jamás reunidos para reconocerle el indiscutible legado cultural que le dejaría a Jalisco.Vinieron a partir de ahí, en la última década, más reconocimientos internacionales como el Premio Princesa de Asturias y problemas graves de salud que superó con entereza y coraje. Por eso muchos dudan que haber decidido segar su vida fuera motivada por la creciente gravedad de sus padecimientos gástricos como dice la lectura más generalizada. A pocos convence también que se debió a las fuertes presiones que le significó lidiar con los embates, viejos y por venir, del poderoso Gobierno de la 4T y el prolongado conflicto con sus ex aliados del Gobierno estatal.Habrá que ver si estas y otras incógnitas se despejan en la carta póstuma que dejó Padilla López en su partida y que hasta ahora sigue manteniéndose en reserva. jbarrera4r@gmail.com