Los paseos escolares de mi infancia son algunos de los tesoros más vivos que resguarda mi primera memoria. Cuando yo era niña, los recorridos empezaban con la planeación de lo que parecía un viaje a otro mundo. Y es que la posibilidad de ir junto con tus amigos en un camión, que quizá tardaría el triple en llegar al punto en cuestión que si te llevaran tus papás, en el horario en el que deberías estar cursando las materias convencionales, ya era un agasajo comunitario lleno de inquietudes y curiosidad. De la mano de cariñosos guías que nos recibían en el Hospicio Cabañas conocí los murales de Orozco, junto con amigos de una querida maestra visitamos algunos estudios de pintores que a su vez eran amigos suyos, un día mi mamá consiguió llevarnos a ver a Sixto y también fuimos un par de veces a ver aquel mamut que alberga el Museo Regional; en otra ocasión muy ordenaditos y con las manos tomadas por detrás nos metieron entre las entrañas de las enormes prensas de un periódico. Pero si pudiera escoger cuál fue mi mejor visita, diría que la mañana en el Teatro Degollado fue muy impactante. Entre el terciopelo tinto y elegantísimo de sus butacas, la gigante boca del escenario abierto, el contundente silencio y aquella leyenda del águila que sostiene unas cadenas, la visita al Degollado dio mucho sentido a mi sueño de niña: saber que existía la posibilidad real de bailar ahí.Aunque ha pasado mucho tiempo desde aquellas visitas, estoy convencida de que estos recorridos escolares “extracurriculares” abonan muchísimo a la experiencia de vida de los más pequeños. Y es en ese mismo sentido que me da mucho gusto ver, gracias a sus publicaciones en redes sociales, que desde hace algunas semanas es recurrente la visita de niños a los ensayos del jueves de la Orquesta Filarmónica de Jalisco. El jueves es el primer día de concierto y los chiquitos, según entiendo, tienen acceso como invitados de honor a ver y escuchar el ensayo general en una comunión íntima (que no se da durante el concierto) entre director, ejecutantes y solistas invitados.Cualquier institución pública tiene el deber de dar a todos nosotros su servicio y los niños particularmente han sido históricamente olvidados durante largos sexenios. El mágico mundo de la música y sus grandes obras hoy son ofrecidas al público más atento, con menos prejuicios, con más curiosidad y aunque usted no lo crea, con más educación. La formación de públicos empieza por ahí y aplaudo que hoy la OFJ de “un concierto más” a la semana para los niños jaliscienses, estoy segura de que en algunos años y a raíz de estas visitas, algunos de ellos, más de los que pensamos, cumplirán su sueño para tocar en su teatro y en su orquesta. Poco a poco...argeliagf@informador.com.mx• @argelinapanyvina