En los 80 y los 90, los libros de texto gratuitos incluían el trabalenguas de los “Tres tristes tigres”, la canción de “La muñeca” o de “La Rata Vieja”, sin que se pusiera en duda su contenido. Eran otros tiempos. Hoy, en un contexto completamente distinto, se decidió reestructurar el modelo educativo del país y sustituir los libros de primaria y secundaria.A dos semanas de que inicie el ciclo escolar 2023-2024, los nuevos libros continúan en medio de una pugna y el rechazo de varios sectores, que incluyen padres de familia, profesores, especialistas y, por supuesto, grupos políticos. Mientras se habla de más de 150 millones de libros impresos, hay Estados que se niegan a distribuirlos: Jalisco, Nuevo León, Guanajuato, Chihuahua y Coahuila.Uno de los principales reclamos al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador respecto a los libros es la falta de consenso para definir su contenido, al que señalan errores, sesgos históricos, falta de respaldo científico e intentos de imponer ideologías políticas (de la 4T para adoctrinar a niños y niñas). Ahí es donde se ha centrado la discusión en los últimos días.Si bien desde el Gobierno se ha insistido en que hubo consultas y mesas de trabajo, la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) y especialistas en educación aseguran que conocieron los libros hasta que empezaron a entregarlos. Y apenas en los últimos días, en ruedas de prensa, comenzó a compartirse (y explicarse) públicamente sus contenidos.La educación pública es un espacio que requiere del consenso, donde haya una discusión abierta, franca y con visión más neutral. En un sistema democrático como el nuestro, asumimos que en pleno siglo 21 es imperante que exista un diálogo sobre el sistema educativo. Y hay muchas personas que tienen qué decir sobre lo que se les enseña a las niñas y niños dentro de las aulas, empezando por los propios padres de familia, profesores y especialistas. El gran problema es que, a la fecha, ese diálogo no ha existido… y una parte de los libros ya comenzó a distribuirse.El contenido que leerán millones de infantes en el país no puede delimitarse a la imposición de unos cuantos, porque la educación es clave no sólo para el desarrollo y crecimiento de las y los alumnos sino de todo el país, de nuestra comunidad.En el debate hay dos ángulos: el político y el académico. Pero la discusión educativa no debería estar centrada en temas políticos o en si queremos capitalismo o socialismo, como si no se conociera la evolución que ha tenido el mundo. Este país ya pasó por eso hace tiempo. Como sociedad lo trascendental está en la formación que recibimos en ciencias, en valores, en derechos humanos, civismo, emprendurismo, lectura, matemáticas, tecnología, inteligencia artificial. Esos son los temas que deberían estar reflejándose en los libros de texto y en la mesa de discusión.¿Qué falta? Primero, que exista una invitación al dialogo, donde se convoque incluso a los Estados a dar su punto de vista, con mecanismos de legitimización. Y, segundo, que la discusión incluya temas que vayan más allá de ideologías pasionales y se centren en lo que hoy necesitamos como sociedad y como país: calidad educativa como algo prioritario.Instagram: vania.dedios