Soy estudiante de último semestre de Derecho y, sin temor a equivocarme, puedo decir que el lenguaje jurídico y las leyes que nos rigen no están formuladas de una manera clara y sencilla. Es raro que aun estudiando Derecho todos los días, podamos abrir una ley y entenderla sin tener que leerla más de una vez y analizarla críticamente. Los años que llevo inmerso en el mundo del Derecho no son muchos; sin embargo, un tema que me lleva molestando desde hace casi cinco años es la falta de claridad en el lenguaje jurídico. Podemos entender a éste como el lenguaje técnico y peculiar que engloba al Derecho.Si las leyes y el ordenamiento están hechos para la totalidad de los mexicanos, ¿no tendría sentido que al abrir la Constitución cualquier mexicano la pudiera entender? Fabio Vélez formuló un escrito interesante denominado “El lenguaje claro en el lenguaje jurídico”, dentro del cual toca este problema y propone un par de soluciones. Parte de la premisa de que toda sociedad moderna debería garantizar a los ciudadanos conocimientos mínimos de Derecho durante la etapa de educación básica. Posteriormente, menciona que el propósito del lenguaje claro es allanar la especificidad del lenguaje jurídico para poder bajarlo al lenguaje común. Esta es una tarea que únicamente pueden realizar los juristas.Dentro de las soluciones a la complejidad del lenguaje, Vélez propone en un primer momento que los juristas se propongan parafrasear el lenguaje. Seguido de esto, pretende que se cuide la ortografía y prescindir lo más posible de un estilo barroco. Estoy de acuerdo que esto se debe hacer, pero aparte, los funcionarios públicos y los juristas deberían tomar algún curso básico cada cierta cantidad de tiempo que los impulse a generar un lenguaje más claro en sus labores.Resulta frustrante que un mexicano tenga que padecer las ineficiencias y lagunas del sistema sin entender lo que está escrito en puño y letra por aquellos que lo elaboran. La mayoría entendemos el funcionamiento práctico de muchas de nuestras leyes sin entender cómo son en teoría y, por ende, cómo deberían funcionar. Estamos tan acostumbrados a padecer el “ser” por una falta de entendimiento que se nos olvidó hace tiempo cómo deberíamos aplicar el “deber ser”.Es importante enfatizar que no se trata de rebajar el lenguaje jurídico, sino de facilitar a cualquier mexicano la comprensión del mismo. No pretendo en ningún momento que se sacrifique la precisión a costas de la claridad. Creo que ambos pueden coexistir en un punto medio y que debemos empezar por encontrar dicho equilibrio. Al aumentar el porcentaje de comprensión del lenguaje jurídico seguramente aumentará el Estado de Derecho y tendremos una nación más próspera en muchos sentidos.