El Presidente Andrés Manuel López Obrador echó mano de todo su poder de seducción para mantener y finalmente traicionar a Marcelo Ebrard al no devolverle el favor de su sueño presidencial prometido en el 2011, y finalmente entregar ayer el bastón de mando a su preferida Claudia Sheinbaum, justo el día del arranque formal del proceso electoral 2023-2024.Y es que como escribieron Denis Jeambar y Yves Roucaute, la traición y la negación son el meollo del arte político, actualizando aquella idea de Nicolás Maquiavelo de que los príncipes que han hecho grandes cosas no se han esforzado en cumplir su palabra.Para López Obrador, la que mejor garantizaba mantener el rumbo que él le dio al Gobierno de la autollamada transformación era claramente Sheinbaum, con la que tenía esa identificación desde que la apoyó hace cinco años para que llegara al Gobierno de la Ciudad de México, haciendo a un lado a su aliado histórico Ricardo Monreal.Con esa convicción, AMLO se encargó desde muy temprano en su sexenio de ir mandando señales de la afinidad que mantenía con la jefa de Gobierno de la CDMX. Experto en el manejo de los símbolos, fue a la única que le levantó la mano en una de sus giras conjuntas en la capital del país. Eso sin duda influyó en el resultado favorable para ella en las encuestas. Ebrard luchó infructuosamente hasta el final para cambiar una decisión que, él sabía, estaba tomada.El pasado 18 de marzo, en el discurso por la conmemoración de la Expropiación Petrolera, el Presidente expresó que cualquiera de los aspirantes de Morena aplicaría la misma política “a favor del pueblo y de la nación” y que estaba asegurada la continuidad. Por lo dicho en su mañanera, AMLO simulaba nuevamente. Al referirse ayer a Ebrard y llamarlo a no dejar el movimiento de la transformación, pronosticó que en caso de llegar a la boleta presidencial por otro partido, lo único que podría pasar es que la “candidata de Claudio”, refiriéndose a Xóchitl Gálvez, la candidata del Frente Amplio por México (FAM), se vaya al tercer lugar, porque es en las clases medias donde Ebrard “tiene más jale”.Muy contrario a su estrategia política confesa de ayudar a los pobres porque con ellos “se va a la segura”, como dijo en agosto del año pasado al hablar de su respaldo popular, lo que no pasa, dijo, con los sectores de la clase media, los de arriba o los de la intelectualidad.Desde su estilo de liderazgo mesiánico, López Obrador parece ver inevitable esa traición a Ebrard y la elección a favor de Claudia para que trascienda lo que para él es la nobleza de la 4T. Habrá que ver qué resulta, porque volviendo a Jeambar y Roucaute, el que practica “la alquimia traición-elección camina siempre por el borde del precipicio del fracaso y el abismo de la irracionalidad”. jbarrera4r@gmail.com