Me interesan las realidades en apariencia en blanco y negro porque nada es sólo blanco o sólo negro. Un ejemplo es el juicio mediático a Viridiana Mendoza, tesorera de Juanacatlán destituida por disparar un arma al aire para disolver una riña en El Salto, Jalisco. Un video viralizado registró el hecho que despertó indignación. La versión diseminada en redes y medios expuso así el caso: el sábado a las 5:45 horas, la tesorera disparó seis veces al aire y amenazó con palabras altisonantes a un grupo de jóvenes que peleaban frente a su casa durante las fiestas patronales del pueblo. El martes, el alcalde panista de Juanacatlán, Francisco de la Cerda, destituyó a la servidora pública y solicitó a la Contraloría Interna una investigación.Viridiana Mendoza dio su versión en un video que publicó en sus redes sociales, en realidad un fragmento de la única entrevista que concedió a una televisora (rechazó hablar con su servidor).Contó que iban a cantarle las mañanitas a la Virgen Madre Admirable cuando cinco jóvenes a bordo de un auto se detuvieron a orinar frente a ella, su hija, su hermana, sus sobrinas, su primo, su novia y su hermano. Mientras los varones discutían a punto de la gresca, Viridiana fue a su casa por la pistola -que según obtuvo como integrante de un club cinegético- y disolvió el encuentro a balazos. También asegura que los jóvenes intentaron subir a su sobrina al vehículo, hecho que no se registra en el video viralizado.La justificación de la funcionaria casi podría despertar empatía: “Cualquier persona haría lo mismo”. “Yo defiendo a mi hija y lo haría por ella y lo volvería a hacer”. “Yo sé que no fue la manera, yo sé que el error está ahí y como funcionaria pública pido una disculpa. Y no la pido por victimizarme ni por quedar bien con nadie, yo la pido por mi lugar y por el respeto a mi presidente. Nada más. Y pido la separación de mi cargo. Simplemente defendí a mi familia”.Confieso que me sorprendió su postura. A diferencia de muchos políticos que suelen esconderse, minimizar o negar un escándalo, la ex tesorera encaró la situación con una postura resuelta, lo cual no la libra de haber cometido un inobjetable error. En ningún escenario su actuación se justifica. Este es un típico “caso cerrado” envuelto en prejuicios y determinismos propios de las redes sociales. Ya lapidamos digitalmente a Viridiana, ¿quién sigue? Cometemos un error. Creemos que se trata de un caso ajeno o aislado, una funcionaria prepotente cuando mucho, pero expresa mucho de lo que somos. Refleja la descomposición del sistema, la renuncia a la convivencia civilizada y bajo la protección de la ley, la hegemonía del más violento. Si ni siquiera como funcionario crees en el sistema y orden legal, ¿qué podemos esperar los ciudadanos comunes? Sólo la instauración paulatina de la ley del talión. Presenciamos las grietas visibles de una sociedad en donde la justicia por propia mano está más latente que nunca.