Nos sentamos a charlar sobre los temas de actualidad, desde las amenazas de una pandemia, el calentamiento global y, desde luego, la campaña para proteger a las mujeres de la violencia masculina.Es difícil tratar estos temas y llegar a algún acuerdo, pero al menos aceptamos la diversidad de opiniones. Sin embargo, llegamos a la conclusión de que parece una campaña mundial orquestada metódicamente por alguien interesado en incrementar la sensibilidad por los nefastos actos de crueldad hacia las mujeres. También se podría aprovechar para una campaña más extensa en contra de cualquier tipo de violencia. Alguien mencionó la horrenda cifra de que por cada mujer asesinada por un hombre, hay tres mujeres que cometen infanticidio, es decir, matan a sus propios hijos.Y qué mejor sería el tratar de disminuir todo tipo de violencia, en especial la de los países o grupos que tienen el recurso del asesinato para lograr sus objetivos.Desde luego, una amiga feminista montó en cólera al escuchar el comentario sobre los actos de violencia contra los monumentos y edificios como una forma de protesta. Se armó una buena discusión. Los ánimos se encendieron y alguna que otra ofensa salió volando de la boca. Un acto mismo de violencia, aunque sólo quedó en lo verbal. Muchos concluimos que ningún tipo de violencia debía de ser justificable, y que ningún agravio, ni a personas, ni a objeto alguno, es una solución al problema que deseamos resolver.Ya que se bajaron los ánimos y surgió una breve pausa después de la tormenta, me atreví a comentar que acababa de leer la propuesta de E. Morin de educarnos más en reeligarnos al buscar más la unidad y el acuerdo y menos la confrontación y la disyuntiva de pelearnos, tal y como estaba sucediendo. Pues ya somos testigos de la creciente guerra de género qué continúa su lamentable impacto.A la idea de crear una mayor cultura de la unidad humana, le llamó “simbiosofia”, es decir, la sabiduría de vivir unidos, en vez de vivir peleándonos. Además, ésta propuesta busca qué estemos unidos para alcanzar metas planetarias mucho más importantes que dejarnos atrapar por nuestro ego y orgullo y vivir en constantes discusiones y protestas, postergando las verdaderas acciones.Se trata de promover el respeto a la diversidad sin caer en la homogeneización de la sociedad y dejar que las personas nos convirtamos en sumisos rebaños y seamos arreados por engañosos y misteriosos pastores que nos manipulen y conduzcan a donde se les pegue la gana.Hubo una pausa reflexiva, se guardó silencio, se calmaron los ánimos. Hablar de unidad parece mejor que exaltar las diferencias. Alguien preguntó “¿Cómo es que se logra dejar de ser borregos y al mismo tiempo, ser respetado porque piensas diferente?”Por momentos no supe qué decir, pero me acordé que Morin propone qué seamos capaces de construir, por medio de la educación, una “identidad mestiza”, lo que significa integrar y cultivar la propia poli-identidad, permitiendo sumar la identidad familiar, la nacional, la étnica, la religiosa, la planetaria entre otras; con el fin de ampliar una identidad cultural más amplia, flexible y capaz de ponernos en los zapatos del otro. Así podremos disminuir tanta polémica y agresiones al desarrollar más la comprensión, el respeto y la tolerancia.Ser mucho más solidarios que polémicos y dejar los arrebatos del odio y el resentimiento. Por lo mismo es buscar mayor sabiduría en la unidad qué provocar la lucha, la protesta y la confrontación. Que al fin y al cabo es más de lo mismo y nos lleva a seguir con la violencia en vez de apaciguarla.Todos nos quedamos con la idea de la sabiduría de la unidad, de la solidaridad en vez de la estupidez de vivir en el pleito.