Lunes, 18 de Noviembre 2024

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La primera víctima en una elección es la verdad

Por: Jonathan Lomelí

La primera víctima en una elección es la verdad

La primera víctima en una elección es la verdad

La primera víctima de una guerra siempre es la verdad. Cada bando lucha por imponer una historia favorable a sus intereses. ¿Quién miente más? ¿Quién miente mejor? ¿Quién posee las armas y el aparato propagandístico más sofisticado? 

El mismo principio aplica para esta contienda. Hay armas de la guerra sucia electoral que se repiten: notas del periodismo mercenario, denuncias penales de humo, granjas de bots en redes. Y surgen nuevas: las encuestas electorales y la inteligencia artificial.  

Cada vez que la prensa se presta al juego de la guerra sucia, perdemos periodistas y ciudadanos. La frase “documentos en poder de este medio”, sin mostrar los mismos, apela a una credibilidad mermada. Los políticos nos usan y nos desechan. Todos perdemos, sólo ganan ellos.  

Cada vez que un candidato usa una denuncia penal como propaganda, se banaliza la justicia. Cada vez que medios digitales piratas y bots lanzan una campaña de desprestigio, se fortalece el negocio de la desinformación y se enturbia el espacio virtual. 

Los videos y audios falsos hechos con inteligencia artificial irrumpieron tímidamente en esta campaña. Pero están llamados a ser el arma del mañana en la guerra sucia.

Las encuestas electorales se convirtieron en el nuevo carrusel de la propaganda. Un método científico usado como fuegos artificiales para enviar señales al electorado en inducir su voto. La vía mercantil más rápida para inflar ganadores. 

Los equipos de candidatos diseñan sofisticados aparatos propagandísticos para descalificar al oponente. Presenciamos una contienda de marketing político a ver quién tiene el mejor mercadólogo, no la mejor solución. Las propuestas expresan objetivos demasiado amplios, tan amplios que se pierden en generalizaciones. Lo concreto es la guerra sucia.

¿La verdadera competencia consiste en una ruleta rusa para elegir al menos delincuente, al menos criminal, al menos corrupto? ¿Un candidato o candidata gana por sus propuestas? ¿O porque causó menos miedo que el otro? ¿O porque disimula mejor su cleptomanía? 

Los argumentos tradicionales de la política para persuadir parecen agotados: los buenos gobiernos, las credenciales del candidato, la viabilidad de las propuestas dan paso a una guerra de lodo que se intensifica a cinco días de la elección. 

jonathan.lomeli@informador.com.mx

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