Sus elocuentes reflexiones en el capítulo 7 de los tratados morales sobre la pobreza nos ilustran acerca de cuán importante es poner el estado de pobreza en un lugar privilegiado de nuestra existencia.La riqueza es fuente de preocupación; en cambio el pobre, si no aspira a más de lo elemental, que es fácil conseguir, hallará serenidad. Veamos las palabras de Séneca:“Para estar con seguridad no necesitamos de la fortuna, aunque se muestre airada; que para lo necesario cualquier cosa es suficiente. Y para que la fortuna no nos halle desapercibidos, hagamos que la pobreza sea nuestra familiar. Con más detención nos haremos ricos, si llegáremos a conocer cuán poco tiene de incomodidad el ser pobres. Comienza a tener amistad con la pobreza; atrévete a despreciar las riquezas, y luego te podrás juzgar sujeto digno para servir a Dios, porque ninguno otro es merecedor de su amistad sino el que desprecia las riquezas. Yo no te prohíbo las posesiones; pero querría alcanzar de ti que las poseas sin recelos, lo cual conseguirás con sólo juzgar que podrás vivir sin tenerlas, y si te persuadieres a recibirlas como cosas que se te han de ir, aparta de tu amistad al que no te busca a ti por ti, sino porque eres rico. La pobreza debe ser amada, porque te hace demostración de los que te aman. Gran cosa es no pervertirse el ánimo con la familiaridad de la riqueza, y sólo es grande aquel que, poseyendo mucha hacienda, es pobre. Nadie nació rico, porque a los que vienen al mundo se les manda vivan contentos con leche y pan, y de estos principios nos reciben los reinos; porque la naturaleza no desea más que pan y agua, y para conseguir esto nadie es pobre; y el que pusiere límite a sus deseos, podrá competir con Júpiter en felicidad; porque la pobreza, ajustada con las leyes de la naturaleza, es una riqueza muy grande; y al contrario, la riqueza grande es una continua inquietud, que desvaneciendo el cerebro, le altera, haciendo que en ninguna cosa esté firme: a unos irrita contra otros, a unos llama a la potencia, y a otros hace desvanecidos, y a muchos afeminados. Y si quieres averiguar que en la pobreza no hay cosa que sea mala, compara a los pobres con los ricos, y verás que el pobre se ríe más veces y con risa más verdadera, porque no estando combatido de cuidados, se ve en tal altura, donde los que vienen se le pasan como ligera nube. Y al contrario, la alegría de aquellos que juzgamos felices es fingida, que aunque con gravedad resplandecen en la púrpura, sin descubrir en público sus tristezas, son por esa causa mayores, por no serles lícito publicar sus miserias, siéndoles forzoso mostrarse felices entre las calamidades que les oprimen el corazón. Las riquezas, los honores, los mandos y todas las demás cosas que por opinión de los hombres son estimadas, abstraen de lo justo.”