Las ciudades son, en esencia, agrupamientos de individuos o grupos familiares en busca de sustento y participación. Desde las más antiguas, hasta el día de hoy, esas ciudades representan algo que se conoce como civilización. Son lugares, por esencia, adaptables y cambiantes. Una ciudad tiene un correcto desarrollo en función a ciertas densidades que la hagan funcionar con eficiencia y adecuadamente.Con la pandemia del COVID-19 las circunstancias cambian drásticamente y es necesario establecer distancias mínimas para evitar la propagación de la enfermedad. El problema es que la misma ciudad está construida sobre principios de interacción y proximidad. De allí nace un grave dilema que es preciso ir resolviendo de la mejor manera posible, aplicando todas las medidas sanitarias y a la vez encontrando vías prácticas para conciliar las actuales condiciones.Todo el entramado de precauciones y cuidados descansa sobre la solidaridad individual y sobre un manejo personal y comunitario responsable. El problema estriba en la contradicción entre los usos que significan agrupamientos distintos y lo que se ha venido conociendo como sana distancia o distancia social.Así como hay en la ciudad una tensión natural hacia la proximidad física es preciso ahora encontrar las maneras prácticas para realizar las funciones naturales de cambio y adaptación a la presente realidad. Las funciones de intercambio y mercadeo, de transporte, de encuentro y comunicación deben adaptarse como mejor marcan las medidas sanitarias ahora observadas.La ciudad, sin embargo, ofrece altas cualidades de adaptabilidad. Este hecho sólo puede partir del convencimiento individual y grupal acerca del justo equilibrio entre los contactos indispensables y los que es necesario declinar por un tiempo prudencial.El reducto que significa el cubrebocas es el símbolo y la señal de las precauciones, en favor de sí mismo y de los demás, para evitar la transmisión de la pandemia. Es incierta todavía la duración del flagelo, y la vida urbana debe persistir para hacer factibles las mejores condiciones de habitabilidad posibles.Las ciudades, y Guadalajara no es la excepción, han construido su destino con base en el ingenio y la invención, en la adaptabilidad que les permita salir airosas de las peores dificultades. Esto ha significado, por supuesto, sacrificios y sufrimientos, aciertos y errores.Cabe esperar que la obligada toma de distancia redunde en una reflexión comunitaria e individual sobre las mejores maneras de habitar la ciudad, de ejercer una más lúcida y justa ciudadanía.