Entre 1947 y 1953, las leyes mexicanas evolucionaron rápidamente para reconocer a la mujer todos sus derechos ciudadanos, específicamente el derecho a votar y ser votada. En 1947, ya podía hacerlo en los procesos municipales. La reforma de los artículos 34 y 115, fracción l, con el presidente Ruiz Cortines, le otorgó la plenitud de sus derechos.Setenta años después, México tiene dos candidatas a ocupar la suprema magistratura del país con un alto índice de probabilidad de que una de las dos será la vencedora, dando a México su primera presidenta.No fueron solo setenta años de lucha, sino muchos siglos los que han pasado para que la sociedad tomara conciencia de que vivía cómodamente instalada en una cultura de discriminación difícilmente justificable.Este histórico fenómeno se explica desde la desigualdad natural marcada por la naturaleza que dio más fuerza física al hombre que a la mujer, y perduró mientras la civilización estuvo sujeta a la fuerza física, tanto en el trabajo como en la guerra.Las reinas y las emperatrices, que las ha habido desde hace siglos, fueron siempre una excepción a la regla común del dominio varonil, pese a que la mayoría de estas mujeres pasaron a la historia como magníficas gobernantes a quienes la fuerza física no les hizo falta.La industrialización y el dominio de la máquina, que no ha parado hasta el presente, dejó la fuerza física humana en un segundo plano, toda vez que se había por fin dominado el uso de fuerzas generadas primeramente por el vapor, después por la electricidad y por todo tipo de combustibles, de tal manera que levantar enormes pesos ya no era cuestión de fuerza humana, sino del manejo adecuado de palancas y después, botones. Lo mismo sucedía en el campo de la guerra, donde armaduras, espadas, lanzas o pesados arcabuces se fueron sustituyendo por armamentos cada vez más ligeros y más eficaces. El paso civilizatorio de la energía muscular a la energía cerebral abrió a las mujeres un mundo de oportunidades antes impensables, que no puede desligarse del nuevo dominio que la mujer obtuvo sobre su maternidad.En el campo académico ha sucedido algo similar, pero de mayor significado. Luego de una lucha de siglos, la mujer fue accediendo a niveles educativos cada vez más altos, en un espacio donde lo que compite no son los brazos, sino los cerebros, con el resultado de que están siendo las mujeres quienes alcanzan los mejores logros, echando abajo una civilización colmada de prejuicios en este y en tantos otros puntos.En México estaríamos pasando de la política gestionada por hombres y partidos dominados por ellos, con los resultados que conocemos, a una política gestionada por mujeres cuyos resultados ya se han visto en aquellas entidades o municipios liderados por ellas.No se trata tampoco de magia, el género no basta ni en política ni en ningún otro campo, pero sí que puede aportar nuevas posibilidades, nuevos estilos, nuevas maneras, sobre todo si nuestras candidatas están tomando en serio valores tan importantes como la honestidad, la veracidad, la capacidad de unir e integrar fuerzas, la sensibilidad ante los problemas de la gente, la inteligencia administrativa, la tenacidad para alcanzar metas, el ingenio para resolver enredos, la fortaleza para enfrentar desafíos, todo lo cual ha caracterizado siempre a las mujeres.