Jueves, 27 de Junio 2024

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“La isla” (Parte VI)

Por: Carlos Enrigue

“La isla” (Parte VI)

“La isla” (Parte VI)

Joseph Trebilcock, el afamado médico, recordó el caso del dictador Berriozábal, amo absoluto de la isla de Flegra, quien se enfureció cuando el galeno indicó que le hicieran algunos análisis, alardeando de que él tenía muchos hijos y culpando a María, su mujer, de no haber podido procrear. Ella escuchaba en silencio aquella demostración de machismo.

El doctor expresó: 

-Mire, mi Coronel, esto es muy simple, si ustedes no hacen lo que yo digo, pues es muy sencillo, no los atenderé; usted mandará en su isla pero aquí son pacientes míos como cualquier otro, de modo que usted dirá qué es lo que hacemos.

Presionado por darle gusto a su mujer, aceptó hacerse los análisis, pero antes de salir, separándose con el doctor, le dijo que era inútil su requerimiento, que tenía más de cincuenta amantes con hijos suyos en Flegra.

El problema real lo tuvo el doctor cuando llegaron los análisis, en los que descubrieron que la esposa era perfectamente fértil y que si tuviera relaciones con una persona cuya carga de espermas fuera normal, sería una mujer prolífica en hijos. Sin embargo, el marido era totalmente estéril; si había sido difícil mandarle hacer los análisis, sería imposible decirle al sujeto cuál era su realidad, a más de que el médico temía que causaría un problema mayor a las amantes del hombre que, dado su machismo, podrían hasta ser asesinadas por engañarlo y sus supuestos hijos perderían el apoyo económico que el padre significaba.

La verdad, parte por miedo y parte porque hay que decirlo, el doctor no tenía muchas preocupaciones morales, trató de solucionarlo fecundando a la señora con su propio semen. Considerando además que la mujer era persona de una sola pareja: su marido.

En este caso ella era tan fértil que prácticamente lo que tenía que hacer era un montaje, por lo que realizó la segunda cita, en la cual les indicó fecha para realizar el implante, pasando por alto una etapa del procedimiento, obtuvo semen del marido (el cual fue convenientemente desechado) fecundando con el semen del propio doctor dos óvulos de la paciente, uno de los cuales fue eliminado después de ser implantados.

Como era natural, el embarazo se dio y nació el que fuera el único hijo de la pareja, que quedó verdaderamente agradecida con el médico y fueron de sus principales promotores.

La fama es una cosa veleidosa y a ésta no le importaron ni las dudas sobre la moralidad de los procedimientos que realizaba, ni su falta de ética profesional al usar su propio semen en una fecundación.

La mentira puede llegar a convertirse en una forma de vida. Pero si consideramos que hay muchas parejas que quieren un hijo, y lo quieren tan desesperadamente que no ponen cuidado en lo que tengan que hacer para lograrlo, se forma una especie de cofradía en la que se comparte la desesperación, por ello se entenderá que en cuanto se enteraban de que otros habían tenido éxito, pues trataban de seguir ese camino.

@enrigue_zuloaga
 

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