Andrés Manuel López Obrador lo sabe: más que la primera impresión, importa sobre todo la última. Su cierre de sexenio equivale a patear el tablero, imponer un cambio de fichas para todos los jugadores y subirnos a una montaña rusa que en un mes comandará Claudia Sheinbaum. Abróchense sus cinturones; ya no alcanzamos ni un Dramamine, sólo queda puro drama. Esta semana, con la polémica mayoría calificada en la Cámara de Diputados y el fichaje a bajo costo de tres o más senadores, la aplanadora Morena aprobará la reforma judicial. Viene luego la desaparición de siete organismos autónomos y quién sabe qué más pedirá el Presidente. Recordemos que tiene un “bufet” de 20 reformas para elegir y un mes antes de que Claudia asuma el mando el primero de octubre. Las reglas del juego cambian en México. El Presidente lo enarbola como un cambio de régimen que responde a su ansia reformadora, pero también -acéptenlo- a su insaciable apetito de trascendencia histórica. Nada lamentaría tanto el Presidente como saber que la Cuarta Transformación transcurrió como un sexenio más sin hacerse un lugarcito en los libros de historia junto a la Independencia, la Reforma y la Revolución. “Disculpe las molestias, estamos obrando milagros”: la 4T. Una de mis biblias personales es el libro “Pensar rápido, pensar despacio” de Daniel Kahneman, psicólogo y Premio Nobel de Economía. En un pasaje habla de una ilusión cognitiva que nos dificulta distinguir entre recuerdos y experiencias, lo que influye en nuestra percepción de la realidad.Supongamos que pasamos unas maravillosas vacaciones de una semana en el Caribe. Sin embargo, el último día, nos roban la maleta en el lobby del hotel. Kahneman explica que una experiencia objetivamente agradable pierde valor para nuestra memoria por esa última impresión, el robo de nuestro equipaje. La ilusión cognitiva consiste en que toda la experiencia es modelada por ese último acontecimiento negativo. En términos prácticos, para nuestra memoria, el final de una experiencia importa casi tanto como la experiencia completa. Lo mismo ocurre a la inversa: unas pésimas vacaciones pueden redimirse con un último día inolvidable. La última impresión jamás se olvida. De eso se está encargando el Presidente.