Nuestras ilusiones no tienen límites. ¿Cuántas veces no nos hemos estresado por cosas que están fuera de nuestras manos? ¿Por qué perdemos tantas horas al día pensando en situaciones ficticias que pueden o pueden nunca suceder? El propósito del presente artículo es aterrizar las ideas erróneas que tenemos sobre el control para no caer a esta ilusión. Esto, debido a que si no aprendemos a gobernar nuestras mentes estamos destinados a ser sus esclavos. La ilusión del control parte de un sesgo cognitivo que nos hace pensar de manera irracional ante ciertas situaciones. Estos sesgos cognitivos nos llevan a distorsiones o juicios inexactos entre la realidad y lo que pasa por nuestras mentes. La psicóloga Elen Langer estableció en 1975 la ilusión del control como la creencia errónea de que uno puede realizar algún tipo de acción o que tiene estrategias para controlar eventos que son producidos por azar. Esto significa que las personas tendemos a creer que podemos influir resultados en los que en realidad no tenemos ninguna influencia. Mientras más práctica obtenemos en una situación específica, aunque el resultado sea al azar, incrementa nuestra seguridad. Un claro ejemplo de esta ilusión son los ludópatas, quienes sobreestiman las señales de triunfo y terminan por perder grandes cantidades de dinero. Cuando la emoción prima sobre la razón tendemos a tomar decisiones impulsivas y en ocasiones, nocivas. La realidad es que casi nada está en nuestro control y esto es algo que debemos aceptar. Podemos controlar nuestras acciones y omisiones, nuestro humor, nuestras palabras, y nuestras reacciones. De hecho, según el escritor y empresario Mo Gawdat, en términos reales no hay nada fuera de nuestra actitud y nuestras acciones que estén completamente bajo nuestro control. Tomemos como ejemplo hipotético el siguiente: llega una persona y nos dice que debemos sobrevivir una semana en una isla llena de amenazas, por lo cual nos recomienda llevar cosas sobre las que tengamos un control total. Muchos llevarían comida, una casa de campaña, o una navaja. La realidad es que no ejercemos un control total sobre estas cosas. Nada nos asegura que la casa de campaña no será afectada por el aire, o se romperá, ni que la comida que llevemos esté en un buen estado cuando la consumamos, o que la navaja sea usada en nuestra contra. Como podemos ver, en realidad nada fuera de nosotros mismos termina estando en nuestras manos. Al reconocer que no hay nada bajo nuestro control, resulta lógico concluir que no tenemos razones para estresarnos o para vivir el día a día con ansiedad. No somos esclavos de nuestros pensamientos, aprendamos a aceptar la vida por lo que es y no por lo que nos gustaría que fuera.