Todas las mujeres que conozco tienen una historia de ruptura. Y no hablo de una relación sentimental fallida, sino de un alma rota, una vida rota, una historia dolorosa. La violencia, en cualquiera de sus expresiones y en menor o mayor grado, ha marcado sus vidas. En ninguno de esos casos una mujer fue la causante; todas han sido víctimas de hombres.Absolutamente todas las víctimas son importantes y sus historias nos deberían motivar a exigir que no haya más impunidad, pero cuando hablamos de que los agresores son nada menos que los encargados de cuidar el orden y perseguir a los criminales, no podemos más que reaccionar con indignación, con rabia y con sed de justicia.Quienes creen que el caso de cuatro policías acusados de violar a una adolescente en Azcapotzalco es aislado, no saben nada de lo que pasa en México y no tienen idea de que esta situación se ha recrudecido desde la guerra contra el narcotráfico.El caso en la Ciudad de México detonó la furia que por años hemos contenido mujeres de todos los estratos sociales, quienes hemos sido víctimas de acoso, agresiones, tortura, violaciones, desapariciones y feminicidios.Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016, 66.8% de la violencia contra las mujeres en las calles es de tipo sexual, más de 65% ocurre en la calle, en los parques. Además, revela que en un año, más de 314 mil mujeres fueron víctimas de violencia sexual por policías y casi 74 mil por soldados.Por su parte, Amnistía Internacional México realizó una encuesta a mujeres que denunciaron torturas y otras formas de violencia durante su arresto e interrogatorio de la Policía y las Fuerzas Armadas. De la respuesta de las entrevistadas sabemos que 33% denunciaron haber sido violadas durante su detención y 72% fueron manoseadas.Las manifestaciones de la semana pasada son un reclamo sí, furioso, pero sobre todo digno, legítimo, a la altura de lo que está en riesgo: la vida e integridad de las mujeres. La indignación de muchas personas vino a raíz de las pintas y destrozos, como el monumento del Ángel de la Independencia. Igual que aquí en Jalisco, hace unos meses, cuando en una protesta de familiares de personas desaparecidas resultó dañada la puerta de la residencia oficial del gobernador.¿Qué se necesita para que a una persona le importe más la desaparición de más de tres mil niñas en seis años, que las paredes del Metro limpias? Se tiene que ser muy miserable para politizar una emergencia humanitaria de este tamaño o para pedir que la furia y la indignación se manifiesten por los “canales adecuados”.