Ya fue suficiente. Llevamos años, no… décadas, estamos a punto de cumplir un siglo creyendo que los ciudadanos reciben dádivas de un ente amoroso y perverso que tiene la llave del cofre del tesoro. Su tesoro, el que amorosamente comparte.Es una farsa, hay que decirlo todo el tiempo, hay que recordárselo a los gobernantes, hay que machacarlo en las salas de redacción. No señor gobernador, su Gobierno no está dando apoyos. No señor Presidente, no puede decir que hay un problema para distribuir los apoyos de su Gobierno, porque para empezar, esos no son apoyos. Son actos de caridad gubernamental.Los recursos que se entregan no son una palanca, no son un sostén para conseguir un objetivo que requiere refuerzos. Pero además y sobre todo, no son del Gobierno. ¡Mucho menos del gobernante!No señora, no es el Gobierno el que le dio ese apoyo, tampoco López Obrador. Es dinero público (de muchos mexicanos) que están sacando de las arcas para que usted pueda tener algo. Sufrir menos.¿A propósito de qué traigo esto a colación cuando el ambiente requiere que se analicen escándalos como el de García Luna, el embajador en Argentina o la chica que estaba de fiesta?Por eso, primero. Porque qué días de porquería. Pero también porque los medios de comunicación reflejan más en esta época la farsante actitud del Gobierno apoyador. Apoya el alcalde de Miguel Hidalgo a vecinos sin empleo con dos mil pesos al mes, leo en la Ciudad de México. Entrega Enrique Alfaro zapatos y mochilas (y además en vergonzoso acto para que se vea que es él, de sus manos salen). Otro Alfaro, el alcalde de Guanajuato, entrega apoyos a 30 familias para construcción. Y claro, la estrella es el espectáculo informativo matutino del Presidente de la República, en el que todas las semanas, de todo el año, escuchamos que este gobierno apoya a indígenas, adultos mayores o jóvenes sin trabajo.Los gobernantes no entregan apoyos del Gobierno. Lo que hacen, sin que se les caiga la cara, es repartir dinero público a sectores específicos porque no hay infraestructura de bienestar (gubernamental o privado) ni entramado económico que respalde a esos sectores.Hay que decirlo así: el Presidente ordena que se reparta dinero público, el gobernador distribuye dinero del erario en forma de mochilas y zapatos, el alcalde de Guanajuato regala recursos de la ciudad para que familias que no pueden construir lo hagan.La distribución o el reparto, en sí mismo, no están mal. Lo que está pésima es la construcción del mensaje: el gobernante dadivoso. Como si el dinero público (sí, la multa, el impuesto, lo que le retuvieron de IVA, lo que pagó de predial más lo que se obtiene de una empresa gubernamental) saliera de su cuenta de banco.Empecemos por llamarles de otra manera, porque si no, no podremos discutir si son pertinentes o no. Empecemos por algo. Por llamarles caridad. Dinero público regalado en efectivo o en especie a unos mexicanos sí y a otros no.