Miércoles, 04 de Diciembre 2024

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La democracia amenazada desde dentro

Por: Luis Ernesto Salomón

La democracia amenazada desde dentro

La democracia amenazada desde dentro

La democracia está bajo amenaza. Pero no solamente por las disputas geopolíticas de potencias autocráticas sino porque algunas sociedades democráticas han optado por respaldar abierta y mayoritariamente opciones totalitarias. 

En Europa los cuestionamientos al costo de la libertad democrática y el ascenso de grupos radicales de derecha han encendido las alarmas, y en Estados Unidos el fenómeno protagonizado por Trump el 6 de enero ha traído el tema a la discusión pública. En México, donde gozamos de una muy joven democracia, continuamente se habla de la tentación de regresar al régimen autoritario. 

Es aleccionador repasar la breve existencia de la República de Weimar -que abarcó desde los años posteriores a la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial hasta 1933, cuando Hitler llegó al poder- como ejemplo paradigmático del colapso de la democracia que resulta oportuno recordar como una advertencia.

La República de Weimar surgió en Alemania luego de la derrota en la Primera Guerra Mundial. Se estableció entonces un enorme mecanismo de comunicación encaminado a construir teorías de la conspiración para explicar el desastre militar sufrido por los alemanes, y se impuso lo que se llamó la Gran Mentira, que consistió en negar que el Ejército alemán hubiera sido derrotado en el campo de batalla en 1918, para imponer el mito de que una cábala de “criminales de noviembre” -judíos, marxistas, demócratas e internacionalistas- había traicionado al país, subvertido el esfuerzo de guerra, expulsado al Kaiser, firmado el vergonzoso Tratado de Versalles e impuesto una democracia no alemana. Hitler promovió este mensaje junto a toda la derecha germana sabiendo que la eficacia de la teoría de la conspiración de la traición se basaba en una simple apelación a las emociones, no a la razón. Hizo de la teoría de la conspiración el argumento para justificar una acción violenta, pasando rápidamente de la mera denigración de la democracia de Weimar a la puesta en marcha de una insurrección. En noviembre de 1923 instigó el Putsch de la Cervecería, un intento de golpe de Estado local en la capital bávara de Múnich. Hitler esperaba que esto desencadenara una reacción en cadena que provocara la implosión de la República de Weimar y que un Gobierno autoritario tomara el poder. El golpe fracasó y Hitler fue arrestado y juzgado por traición. Su estrategia de defensa consistió en utilizar el juicio como plataforma para amplificar la Gran Mentira, en un ejemplo espectacular de inversión de la narrativa histórica, que afirmó que los fundadores de la democracia de Weimar, y no él, eran los verdaderos traidores, sino aquellos criminales de noviembre. El sistema judicial conservador de Baviera fue comprensivo; Hitler sólo estuvo nueve meses en prisión, donde enfrentó un juicio y convirtió su reclusión en promoción de su campaña. Los jueces decidieron apoyarle para su regreso como opción política. Hitler aprendió entonces que debía continuar su lucha a través de “la política de la legalidad” en lugar de asaltar mediante golpes. Fue entonces cuando los nazis decidieron usar el proceso electoral de la democracia para destruirla. Como dijo Joseph Goebbels, los nazis llegarían al Parlamento, como los lobos al corral de las ovejas. Luego de diversas maniobras efectivamente tomaron el poder por la vía democrática y conocemos el resto de la historia.

Las lecciones son claras para lo que vimos ahora: hay que evitar creer y difundir las Grandes Mentiras basadas en conspiraciones imaginarias; (ahora mismo se difunden profusamente en Europa, Estados Unidos y México) y prevenir que la debilidad de los grupos políticos y del establecimiento económico, les hagan caer en manos de encantadores de serpientes, quienes sólo buscan el poder. Es evitar que las democracias se transformen en autocracias desde dentro.

El tema se debate porque vivimos una ola de populismo autoritario nacionalista en muchas naciones que ha sido calificado como una “democracia iliberal” por el primer ministro húngaro Viktor Orbán, en donde se conservan las elecciones como mecanismo de legitimación para una democracia dirigida sin el control de un Poder Judicial independiente y sin los inconvenientes de la responsabilidad democrática real. Esa especie de democracia simulada nos es familiar a los mexicanos que vivimos aún una transición democrática inacabada. 

Hay ahora una gran mentira en marcha en Estados Unidos sobre las elecciones robadas, otra sobre la conspiración de la conformación de Europa como mecanismo de eliminación de las tradiciones nacionales; en México también llegan a ser populares las teorías sobre una conspiración para terminar con la familia o para establecer costumbres ajenas, o incluso que hablan de que las pandemias son inducidas por el poder de grupos extraños a la nación.

Dar fuerza política a los grupos que se apalancan en las Grandes Mentiras es ahora el mayor riesgo interno a la democracia, y eso lo saben los rusos, los chinos y los árabes radicales, por eso quizá han buscado inmiscuirse en los procesos electorales de las naciones de Occidente. Vale la pena analizar el riesgo de la implosión democrática desde dentro.

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