Por supuesto, hay muchas cosas que convendría cambiar en este país, para que sus habitantes vivieran mejor. Por supuesto –también–, las reglas básicas de su sistema democrático son perfectibles. Sin embargo, si sus habitantes pudieran establecer el orden de las prioridades, casi seguramente la seguridad, la salud y la educación –aunque posiblemente en diferente orden– ocuparían los primeros lugares. Y la reforma electoral estaría casi al final de la lista de pendientes. Prueba de ello, la confianza de la mayor parte de los ciudadanos en que, a diferencia de lo que ocurría en tiempos de “la dictadura perfecta”, las elecciones en México son limpias, y las autoridades, legítimas..., aunque no exentas de incapacidades, vicios o imperfecciones.-II-Claro: también en esa materia hay impurezas. Una de ellas, imputable a los propios ciudadanos, la apatía que en ocasión de las jornadas electorales se traduce en ausentismo. Otra, la violencia que en el caso concreto de las elecciones intermedias del año pasado segó la vida a decenas de aspirantes a cargos de elección popular. Una más (directamente emparentada con la anterior), la ineptitud de las autoridades para esclarecer esos crímenes y sancionar a sus autores.Adicionalmente, hay aspectos relacionados con el ejercicio de la democracia, que molestan, ofenden y avergüenzan a los ciudadanos. Molestan, por ejemplo, las generosas partidas presupuestales –injustas para los habitantes de un país tan lleno de carencias– que se destinan a partidos políticos que no pasan de ser refugio de oportunistas, zánganos y vividores. Molesta lo costoso de “candados” y “mecanismos de seguridad” orientados a garantizar la limpieza y seguridad del voto. Ofende el excesivo número de diputados y senadores, porque es evidente y aun escandalosa la desproporción entre el costo de ese aparato y el beneficio para el pueblo. Avergüenza el comportamiento incivil y rufianesco de tantos (y tantas) pelafustanes en sus escaños o curules, totalmente indigno de genuinos representantes populares...-III-No hay, hasta donde se sabe, ningún indicio de que la “reforma oriental” que se plantea “desde la más alta tribuna de la nación” tienda a depurar, suprimir o corregir ninguna de esas prácticas molestas, ofensivas o vergonzosas. Hasta donde se advierte, dicha “reforma” tiende simplemente a descalificar y eliminar a las actuales autoridades electorales, so pretexto de acrecentar la limpieza y eliminar la corrupción... aunque la experiencia demuestra que el ingenio de los chapuceros no tiene límites, y que –como dice la canción de Manoella Torres– “lo perfecto es inhumano”.Jaime García Elías jagelias@gmail.com