Las relaciones de pareja pueden ser muy sinceras y consistentes o caer en un doble juego de apariencias e hipocresías.Resulta que las presiones sociales o familiares motivan a quererse comportar de tal manera que se finge que todo está bien en la pareja, cuando en realidad hay problemas importantes aún no resueltos.Hay parejas tan cínicas, que son capaces de hablar en público sobre los valores de la relación y la familia y no ser capaces de dar testimonio de lo que pregonan. Es tan fácil aparentar que todo se tiene bajo control, pero los propios familiares sufren de los hipócritas arrebatos de agresividad o falta de perdón.Pueden incluso llegar a dar conferencias y charlas sobre temas de actualidad, y en su vida personal llevar un comportamiento desastroso.No se debe de andar presumiendo por aquí y por allá los excelsos valores de la vida y no dar testimonio de ellos, con los seres más cercanos. Si alguno de los dos comete un error, hay que perdonarlo, y si se perdona hay que hacerlo efectivo. Que realmente se note que ya se ha dejado el asunto atrás y no se anda recalcando lo sucedido y es mejor olvidarlo.Hay mucha gente que vive con una doble cara y no se cree que tal desfachatez se pueda desenmascarar de una manera muy evidente por las primeras víctimas de ese fallido y descarado intento por engañar.El que no es honesto consigo mismo y los demás, debe de saber que más temprano que tarde, caerá la máscara de las falsedades que se quieren fingir para guardar una apariencia de que todo está bien, cuando no es así.El matrimonio para que perdure, requiere también ser un recinto de congruencia efectiva en lo que se dice y se hace. Nada de jugar el peligroso y dañino juego de andar presumiendo valores que no se practican de una manera consistente.Una persona creyente no puede dejar de perdonar, porque el cristianismo se basa en la compasión y la misericordia. Si tu pareja ha cometido un error, el que sea, hay que perdonarlo y así ser auténticamente congruente.