Lunes, 02 de Diciembre 2024

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Ilusión efímera

Por: Oralia López

Ilusión efímera

Ilusión efímera

Fue apenas el miércoles  cuando Atlas venció al gigante y favorito Cruz Azul, con una solitaria anotación de Juan Pablo Vigón por la quinta fecha de la Copa MX. La victoria significó un respiro para el equipo y en general para la afición que se dio cita al Estadio Jalisco, pues dio una dosis de oxígeno y un rayo de esperanza iluminó el camino de un equipo que este fin de semana debía visitar a otro destacado en los últimos años de la Liga MX, Tigres, con la consigna de acabar la sequía de gol, y por qué no, vencerlo.

No obstante, la ilusión fue efímera, pese a que se acrecentó pasado el primer minuto, cuando el colombiano Andrés Andrade rompió el desierto y marcó el primer gol de los Zorros tras un ayuno de 810 minutos contando el pasado certamen. Dejó de ser la novedad que los tapatíos buscaran una diana, al contrario, se esperaba que la inyección de ánimo sirviera para levantarse, pero... no ocurrió así.

En un duelo donde las acciones fueron completamente del dominio regio, Tigres dio un golpe de autoridad ante un cuadro que pareciera no tener idea de lo que se hace en una cancha. Pésima marca al rival, nulo juego aéreo, cero idea ofensiva y menos trabajo en equipo, y una lista más de defectos por citar, hicieron que los rojinegros cayeran una vez más en el torneo. Sumaron su sexta derrota y nuevamente se quedaron sin sumar puntos que a la postre harán falta en la cuota por el no descenso. Si es que regresa este asunto.

Afuera, el aficionando ya no sabe qué esperar, lo que sí tiene presente es que lo que ve en el rectángulo verde no es del agrado de nadie. Antaño, dicen algunos, se veía la intención de dar un buen partido, ofrecer pelea y conseguir un resultado. En la actualidad, ha crecido tanto su falta de esperanza que ha recurrido a la necesidad de sublimar el desgano y la decepción en emisión de críticas y sarcasmos al equipo de sus amores. Para mí, lo peor es llegar a ese momento en que lo único que resta es burlarse de aquello con lo que se creció y lo metió de lleno en el mundo del futbol. Burlarse, pues, de una parte importante de la infancia, porque así todos nos acercamos al balompié.

Adentro, quien sea que maneje al equipo, a este conjunto de tradición no sólo en la ciudad, debe hacer cambios. O de plano, si no se tiene un plan, no se persigue algún objetivo o se cumple siendo sólo el “salero en la mesa”, por dignidad, debería hacerse a un costado.

Pero eso ya es mucho pedir.

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