Viernes, 22 de Noviembre 2024

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Heridas y sanidad

Por: Cesáreo Escobedo

Heridas y sanidad

Heridas y sanidad

Hace dos semanas escribí sobre el libro “Salvaje de Corazón” de John Eldredge. Llegué a la conclusión que un artículo no es suficiente para desglosar el mensaje de este libro. Hay preguntas complejas que ameritan respuestas elaboradas y este es el caso. Ahora, tomaré como propósito discutir otro tema medular del libro: las heridas.

Haciendo hincapié en mi artículo pasado, Eldredge fomenta la idea de que, contrario a lo que muchos creen, Dios diseñó al hombre para arriesgarse y para vivir una vida apasionada y libre, llena de aventuras. Tomando como base lo anterior, para vivir esta vida Eldredge señala que es indispensable descubrir y sanar nuestras heridas. Para que un hombre pueda desenvolverse de manera correcta en este mundo, no solo es conveniente sino imperativo que se conozca y conozca las heridas con las que carga.

Esto significa, que para poder emprender estas aventuras, el hombre debe primero estar consciente de sus heridas y sanarlas. Estas pueden tener diferentes tipos de naturaleza, ya sean familiares o de alguna amistad. Las heridas por lo general se generan a una temprana edad y según Eldredge, todos, sin importar lo que pensemos, tenemos una. Somos un producto de nuestro entorno, específicamente en edades en las cuales tomamos decisiones que moldean nuestra personalidad y nuestro entendimiento del mundo. Indaguemos en nuestra infancia para identificar nuestra herida.

Una vez que identificamos nuestra herida, Eldredge plantea un acercamiento religioso para sanarla. El primer paso de la restauración de la herida ocurre cuando nos rendimos ante Dios. Esto significa aceptar que en ocasiones, no podremos lidiar solos con ciertos problemas sino que necesitamos una ayuda superior. El segundo paso que propone es afligirnos por nuestra herida. Al darle importancia a la herida y validarla, la estaremos limpiando. Una vez aceptada, tenemos que proceder a entregarnos a Dios y dejar que nos ame. Al entregarnos a una fuerza superior logramos entender a la herida desde otra óptica: una sin culpa y que perdona. Esto lleva al último paso de Eldredge que es el perdón. Perdonarnos a nosotros mismos y a las circunstancias que nos afectaron y formaron esa herida es el paso en el que finalmente soltamos para seguir adelante en el camino de la mejora.

Curar una herida es una tarea ardua, y si bien Eldredge nos presenta su proceso, no hay una fórmula universal. Al final del día, cada quien debe encontrar lo que le funcione para sobrepasar sus adversidades. El fin, considero, es quitarnos la venda que inconscientemente cargamos y conocernos a fondo. Solo así, podremos emprender esas aventuras que tanto anhelamos, y aunque el camino sea complicado, como mencionó Bruce Cockburn, “nada que sea digno de tener viene sin alguna clase de lucha”.
 

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