El dolor y la pena, la euforia y la felicidad, el éxito y el fracaso pasarán, es lo que propone el tapatío Francisco Ugarte Vivanco en su obra reciente expuesta en la Galería de Arte Mexicano (GAM) de la Ciudad de México, bajo el aforismo de la fábula de aquel emperador que convocó a los sabios para pedirles un enunciado que sirviese en toda ocasión y, después de elucubrar varios meses, le propusieron: “Esto también pasará” (This too shall pass), como la obra que presenta.Por supuesto que la infancia ya pasó, cuando dibujábamos felices, jugando, inocente y espontáneamente de tal manera que, tomábamos los lápices de colores y hacíamos unos rayones que significaban algo en ese momento o tal vez, nada. Ahora, con diferentes barras de óleo, Ugarte vuelve a trazar en unas telas de gran formato, lo que alguna vez hicimos jugando. Es la primera vez que muestra sus obras en la GAM invitado por su director, Rafael Yturbe R., lo hace sabiendo que “esto también pasará”, como el agua de los ríos que pueden ser estrechos, anchos, tranquilos o rápidos y el agua que corre es limpia o turbia, fría o templada. Todo pasa y se transforma.Como la idea de que “esto también pasará” Francisco Ugarte preparó su exposición en donde nos muestra que, a pesar del paso del tiempo, podemos recuperar aquello que una vez hicimos jugando inocentemente para traerlo al presente para que, de esa manera, nos remueva aquello tan lejano que hicimos con tanto gusto. Desde hace veinticinco años que aparece en el radar de mi vida algunas obras de Ugarte, tal como lo pude confirmar en la Semana Santa, cuando estuve en una de sus obras arquitectónicas en Tapalpa donde logró al mismo tiempo fuese consciente de las dos variables sobre las cuales gira la existencia: el espacio y el tiempo.Resulta que en El Ranchito -la casa de campo que diseñó Ugarte para Marialicia Corcuera en La Oscurana de Tapalpa-, cuando uno va por el patio donde están las habitaciones (el espacio), nos damos cuenta del paso del tiempo si vemos de reojo las dieciséis fotografías que tomó y colocó secuencialmente en los cuatro muros de ese patio, fotos tomadas con el mismo encuadre: el agua de la presa y un cerro en el horizonte; la primera tomada a las 07:18 horas, cada hora, hasta las 20:25, para experimentar el aquí y ahora. De esta manera el arquitecto y el artista logra llamarnos la atención del tiempo y el espacio en el patio de esa casa de campo en Tapalpa con unas fotografías en donde notamos el cambio en la atmósfera y en esa luz transparente, fina como el aire que llega desde el volcán, barriendo todos los maleficios del llano grande.El tiempo es real y subjetivo a la vez: pasa a toda velocidad cuando dormimos, va lento según estemos a la espera o vayamos a la cita, según estemos leyendo o dando un taller, según seamos jóvenes o viejos y lo sucedido lo acotamos por décadas.Sí, desde hace tiempo que me conecto con algunas de las obras de Francisco como ahora lo he vuelto a hacer con esto que expone y que se parece a lo que hacía en su infancia y que me hace recordar a mis hijos pequeños en la escuela activa, trazando con rayones de colores lo que podría ser una obra de arte sin mayores complicaciones. Eso es lo que provoca este artista como esa tela que hizo en donde escribe a mano y sin espacios entre letra y letra: “I wish I could paint a beautiful landscape”, que asocié con mis propios deseos de escribir una novela genial, compartiendo con Francisco su deseo de hacer algo que parece imposible.Ahora, me vuelvo a conectar con esta obra que está en la GAM sabiendo que “esto también pasará”, una idea que produce un cierto temblor de piernas porque nos hace tomar conciencia de que todo pasa y nada permanece. malba99@yahoo.com