Una de las palabras del año es nearshoring. Sirve para describir la relocalización de empresas que ahora están en China. Salen de ese país por cuestiones geopolíticas, en un contexto de desconfianza creciente de Estados Unidos hacia China. Es parte de un proceso de desacoplamiento entre el Tío Sam y el Dragón, además de una muestra de que la desglobalización va en serio. La gran fábrica global de principios de siglo parece condenada a convertirse en un rompecabezas de mil piezas, donde predominan cadenas productivas más cortas, situadas en bloques regionales y acordadas con aliados estratégicos.En este nuevo escenario, México aparece como un potencial ganador. La cercanía geográfica con Estados Unidos, los relativamente bajos costos de mano de obra y el T-MEC parecen argumentos suficientes para alimentar el optimismo.Se trata de un pastel que puede significar para México entre 60,000 y 150,000 millones de dólares de inversiones en la próxima década. ¿Qué puede salir mal? Somos un candidato natural, pero no somos el único país que está en la competencia por esas decenas de miles de millones de dólares. Los dos primeros años de tensión o desacoplamiento entre Estados Unidos y China fueron mejor aprovechados por Vietnam que por México. De los cuatro puntos porcentuales que China perdió en el total de importaciones de Estados Unidos, Vietnam se quedó con 1.8 y México con 0.8.“Que no panda el cúnico”, diría El Chapulín Colorado. Es una competencia de mediano y largo plazo. México tiene muchos más argumentos que Vietnam. Estamos más cerca, por lo que los costos logísticos y el huso horario están a nuestro favor. Estamos menos lejos culturalmente y más integrados. La industria automotriz, la electrónica y hasta la alimenticia son evidencia de ello.Por si esto no fuera suficiente, tenemos tres décadas de desarrollo en la relación económica. Hay cientos, miles de casos de éxito: inversiones, comercio, turismo y hasta matrimonios que han sido propiciados por este vínculo binacional que con el tiempo crece en tamaño y en complejidad.Si Vietnam no nos asusta, ¿qué opinan de Estados Unidos? La lógica del nearshoring es traer las fábricas y los procesos tan cerca de la Unión Americana como se pueda. Nadie dice que la relocalización deba ser generosa. En ningún lugar está escrito que Estados Unidos queda fuera de esa competencia por atraer inversiones que ahora están en China. Es más, en su ADN, el nearshoring tiene un fuerte componente proteccionista. Si uno aguza el oído, puede oír que en la competencia con China y el desacoplamiento del Tío Sam frente al Dragón, resuenan los ecos del Make America Great Again.En ese contexto, hay que tomar nota de que la primera mega inversión anunciada con el nearshoring cayó en Arizona. Se trata de 40 mil millones de dólares que Taiwán Semiconductor Manufacture pondrá en ese estado, que hace frontera con México, para desarrollar una gran plataforma productora de semiconductores. La inversión es una respuesta a la crisis de abasto de chips que se desató en 2021, pero también parte de una estrategia para sacar de territorio taiwanés la producción de uno de los insumos clave para casi todas las industrias, pacíficas o bélicas.¿Por qué TSMC se decidió por Arizona y no por México? Contestar esta pregunta nos puede ayudar a hacer la tarea para futuras inversiones. Arizona ofrece abasto de energía, capital humano, aeropuerto y carreteras. Además, cuenta con recursos para subsidiar una parte de la inversión, que saldrán de la Ley de Semiconductores y Ciencia, donde cuenta con una bolsa de medio billón de dólares.Cómo andamos nosotros, cómo está México en energía, capital humano, infraestructura de logística, parques industriales... Esa es la cuestión. Una cosa es clara: No tenemos 20 años para ponernos al día y a la vanguardia.lmgonzalez@eleconomista.com.mx