Sigmund Freud relata en “La interpretación de los sueños” que a los doce años su padre le contó –para demostrarle a su hijo que vivía en una mejor época que él– que un domingo salió a dar un paseo con un sombrero nuevo. “Un cristiano con el que me crucé”, relató su padre a Freud, “me tiró de un golpe el sombrero al arroyo exclamando: ‘bájate de la acera, judío’”. Freud preguntó a su padre qué había hecho y éste respondió que dejó la acera, y recogió su sombrero.La humillación del padre omnipotente, idealizado, deja una huella profunda en el niño. Esa vergüenza magnificada marcó de tal forma a Freud que algunos ven en esto la causa histórica (e histérica) del surgimiento del psicoanálisis.En otros casos, esa humillación adopta la forma de un ideal guerrero que persigue al sujeto toda su vida. Aníbal, el general cartaginés, peleó contra Roma toda su vida tras una promesa de venganza que hizo a su padre. La infancia predestina. La figura del padre derrotado trastoca profundamente.Por eso la disputa del gobernador Enrique Alfaro con Raúl Padilla López es personal. Claro, tiene un trasfondo político y de control del poder, pero a diferencia de otros sexenios, hay un componente íntimo. Eso explica la relación tirante del mandatario con el ex rector, el hombre que venció y desterró a su padre.El feroz pragmatismo del gobernador lo obligó a jugar como aliado del padillismo los primeros dos años de su Gobierno para enfrentar a López Obrador. Había que mandar un mensaje de unidad en Jalisco. Pero al pactar con el Presidente, Alfaro vio la oportunidad de reivindicar la derrota política de su padre. No es casual que el 3 de agosto de 2021, días antes de la reasignación de 140 millones de pesos del Museo de Ciencias Ambientales, usado como pretexto para detonar el conflicto, el Presidente fustigó el cacicazgo de Raúl desde la mañanera. Un día antes, Alfaro y Andrés Manuel acordaron en Vallarta el apoyo de la Federación a la Línea 4 del Tren Ligero.Por eso esta disputa por momentos parece ilógica, reactiva en extremo y cada episodio más incomprensible que el anterior. Tiene la naturaleza de la pasión y el orgullo herido de un niño desarraigado, ahora encumbrado y deseoso de venganza.Y al igual que se saldan las deudas de honor y las revanchas políticas, los protagonistas de este pleito arrastran consigo a la soldadera codiciosa –ávida de saqueos y riqueza– pero también a una ciudad, un Estado y la segunda universidad más grande del país.Porque esta pugna del mandatario encierra una paradoja. En todo caso, el padre del gobernador sirvió al cacicazgo de la UdeG, no el de Padilla López, sino el encabezado por los Ramírez Ladewig. Y lo que busca el gobernador es reinstaurar un cacicazgo controlado por él y su grupo político. La recaptura del botín en manos de quienes se lo arrebataron a su padre. La fantasía del niño que ocupa el lugar de su padre, revive su derrota y enfrenta a enemigos de una época que no le corresponde.“Es un tema que se le aparece a Enrique como un fantasma sobre un conflicto que él no vivió. Toma como personal un cambio de época en la Universidad”, me comentó un padillista que trabajó con padre e hijo.Hay dos posibles escenarios ante este conflicto: termina el sexenio y nada cambia. Se va el gobernador y se queda Padilla López como ha ocurrido las últimas tres décadas. O el mandatario, desesperado porque el tiempo se agota, comete una locura.El embate contra el Grupo Universidad debió ejecutarse hace dos años, pero su pragmatismo político se lo impidió. Al gobernador le quedan dos años para derrocar a Raúl. O menos: un año si consideramos los tiempos electorales.Significa que cualquier acción contra Padilla López, si ocurre, habría que esperarla en los próximos meses o semanas.Ya hay señales. La expresión de Alfaro sobre Raúl, “se le acabó el veinte”, anticipa una posible ruta. La primera sería endilgarle malos manejos presupuestales. De hecho, el rector Ricardo Villanueva denunció presiones al auditor estatal para imputar a la Universidad por desvíos (la misma acusación que Padilla López usó contra el padre del gobernador).El otro escenario, uno que el Grupo Universidad anticipó en el momento más ríspido de su relación con el Presidente, consiste en abrir un expediente judicial para encarcelar a Padilla López.En lenguaje llano, según un padillista: “Él lo que quiere es sacar a madrazos a Raúl, pero se le está acabando el tiempo. Y al acabarse el tiempo, se puede ir a los extremos”. jonathan.lomelí@informador.com.mxJonathan Lomelí