¿De dónde surge el encono de Enrique Alfaro contra Raúl Padilla López? ¿Qué cuentas sin saldar puede tener un gobernador de 49 años contra un ex rector sexagenario? En esta y las próximas dos columnas, me propongo responder estas preguntas. Pido tu paciencia, lector. Detrás de este encono -irracional como cualquier pasión- se oculta algo más personal, más íntimo, casi familiar. El primero de abril de 1989, un adolescente Enrique Alfaro Ramírez, entonces estudiante de la Preparatoria 5, vio cómo su padre, el rector Enrique Alfaro Anguiano, le entregó la estafeta de la rectoría a Padilla López ante el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri. Eso marcó un antes y un después en la familia del mandatario. Meses más tarde, el ex rector y padre del gobernador salió vapuleado y desterrado de la UdeG en una purga y cambio de régimen en la política universitaria. A tal grado que Alfaro Ramírez, hijo de un ex rector, se vio obligado a abandonar la UdeG y cursó ingeniería civil en el ITESO. Primero hay que entender qué significó la llegada de Padilla López a la rectoría de la UdeG. En 1984 (cinco años antes de asumir como rector) comenzó a dirigir el Departamento de Investigación Científica y Superación Académica (Dicsa) en donde acumuló poder, ganó protagonismo y comenzó a tejer las alianzas y lealtades que más tarde le permitieron desplazar al grupo dominante de la UdeG encabezado por Álvaro Ramírez Ladewig, clan al que servía el padre del gobernador. El discurso de Padilla López en su toma de protesta en 1989 anticipó su visión reformista: “Le pido a la comunidad universitaria el concurso de su ánimo, fuerza e inteligencia para edificar la universidad que necesitaremos al iniciar el siglo XXI”. Más tarde, Ramírez Ladewig interpretó este mensaje como el preámbulo de una traición. Padilla López, bien visto por el salinismo y otrora discípulo del “Sanedrín” -cónclave de ex fegistas en donde se tomaban las decisiones en la universidad- comenzó una limpia. Primero alineó la base de sus huestes: renovó la estructura sindical y académica de la casa de estudios con dirigentes cercanos, colocó a sus generales en puestos clave de la universidad y direcciones escolares, y confrontó abiertamente los designios del “Sanedrín” con una ambiciosa propuesta de reforma universitaria que reclamaba la modernización política y educativa que enarbolaba el salinismo. Esta visión reformadora insubordinó a los fegistas que tomaron el edificio de la rectoría el primero de septiembre de 1989 durante una semana para exigir la renuncia de Padilla López. Sin embargo, dos años más tarde, Padilla López logró desmantelar a la virulenta Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) para crear la actual Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) por medio de un referéndum que determinó que esta última era mayoritaria, una operación que desarmó definitivamente a sus rivales en la política universitaria. Nótese que todo esto fue orquestado por un jovencísimo rector de 35 años, siempre respaldado por el voto mayoritario del Consejo General Universitario, lo que marcó su rectoría y posterior encumbramiento con un cariz democrático y plural en cada una de sus decisiones al controlar el máximo órgano universitario. Recordemos que hasta Padilla López, al rector lo designaba el gobernador del Estado en una terna propuesta por la Universidad. Esto habilitó por años un dispositivo de control político del gobernador en turno y negociaciones fácticas con la cúpula universitaria.Con la desaparición de la FEG y la reconfiguración de los sindicatos, y pese a la resistencia a las reformas que emprendía Padilla López, se consolidó el último tramo de su visión. Tras las explosiones del 22 de abril de 1992 y la destitución del gobernador Cosío Vidaurri, el naciente Grupo Universidad negoció, en medio de la crisis política por la tragedia, la nueva Ley Orgánica de la UdeG para garantizar la autonomía universitaria y que la elección del rector recayera sólo en el Consejo General Universitario. Esa reforma, promulgada a principios de 1994 -un año antes de terminar la rectoría de Padilla López- dio vida a la universidad como hoy la conocemos. Un dato clave: el corazón de esta disputa entre el gobernador y Padilla López alberga el mismo debate que sostuvo con Alfaro Anguiano: la defensa de la autonomía universitaria, que le arrebató el control de la UdeG al grupo político en turno, y se lo entregó a Padilla López. Mañana: Episodio II: Padilla destierra al padre de Alfaro. jonathan.lomelí@informador.com.mx