Cuando ya se estaba perpetrando el atentado contra la convivencia en la colonia llamada Providencia Norte, mediante la construcción de una mole que ya daba trazas de que sería horrible, en este mismo medio el 30 de octubre de 2020, se publicó un artículo que, a falta de algo mejor, se titulaba “La horripilancia de Providencia”.Aparte de haberse emprendido la enorme obra mediante un procedimiento tramposo y muy socorrido por ese “honrado” sector de nuestra iniciativa privada, diciendo que se haría algo pequeño y legal, con plena conciencia de que no sería así, durante su trayecto ya dio muestras de otras irregularidades cuando se vino abajo una parte de ella.Ya entonces técnicos de la Universidad vaticinaron que emanarían de ella grandes problemas de tráfico, drenaje y abastecimiento de agua… aparte del estético, que también cuenta.Lo que se columbraba también es que, siendo de por sí, en general muy feas estas edificaciones, la de marras pintaba para merecer con creces uno de los primeros lugares, de ahí el neologista apelativo de “horripilancia” que utilicé entonces, que no fue más que una exclamación espontánea de una vecina ante el susodicho adefesio. En este sentido, la expectativa se cumplió: la obra es verdaderamente horrible desde cualquier ángulo que se vea…Pasó el tiempo, con las consecuentes incomodidades, la destrucción absolutamente inútil de cinco grandes árboles en su banqueta norte, que a nadie molestaban, como lo prueban los que lograron salvar los vecinos. En la misma cuadra emergió luego una barda semiperimetral que hace escarnio de la reglamentación sobre la disposición generalizada del área de servicio.Un capítulo reciente es un enorme árbol de la parte trasera, que sembraron los primeros vecinos hace más de medio siglo, que se vino abajo y de milagro no hizo daños personales, sobre un automóvil y unas casas de la acera contraria. ¿La razón principal? Pues fueron cortadas sus raíces profundas y superficiales para hacer los cimientos y después arreglar la banqueta que estaba hecha pedazos en parte por la misma obra.No sé si a los constructores les vinieron los remordimientos, pero lo cierto es que les entró la preocupación y se movilizaron a una velocidad increíble: en menos de dos horas se había retirado lo que estorbaba la circulación de vehículos, que no es mucha. En la noche hubo más agilidad y, en la mañana siguiente no quedaba más rastro que el grueso segado a cincuenta centímetros del suelo.Asimismo, para tranquilizar su conciencia, un canchanchán de la empresa anduvo pregonando que la enorme masa verde se había derrumbado por culpa del muérdago.Por fortuna, el vecindario se está preparando para repeler la presencia de los futuros ocupantes… cabe recordar que cuando Fuenteovejuna se lo propone, no importa cuán poderosos sean los opresores…