Manuel Buendía, periodista mexicano asesinado en 1984 en lo que suponemos un crimen de Estado jamás aclarado, celebraba por aquellos años -paradójicamente- la creciente libertad de expresión. Todo se puede escribir y teóricamente todo se puede publicar, decía. Y remataba: ya sólo hace falta la Subsecretaría de Hacer Caso a lo que los Periódicos Publican. Esta ironía de uno de los periodistas más notorios del siglo pasado era sólo un disfraz divertido de su pasión por informar. Ya en esa época criticaba el exceso de información que sólo producía ruido e impedía la comunicación. Lo decía a propósito de la televisión, que despreciaba con argumentos, por magnificar el barullo que otros intentaban aplacar con letras (¿qué diría hoy de la tiranía de las redes sociales y el móvil?). Hoy padecemos una inflación informativa sin precedente que hace aún más necesario el trabajo del periodista como gestor profesional del caos. La fantasía democratizadora de las redes sociales se convirtió en un gran oligopolio digital sin vocación pública, sólo comercial. Una portada de un periódico, veámoslo así, es una selección ordenada de hechos enmarcados en un relato: esto es lo más importante para lo público por encima de lo inmediato y rentable. El periodismo es más necesario que nunca. Un periódico intenta contener la fuerza deformadora de la comunicación caótica del amateurismo que fluye por miles de canales. Por eso en un tiempo como el que vivimos en México y Jalisco es un lujo que, como sociedad, contemos con un periódico que cumple 106 años como EL INFORMADOR. Finalizo este texto con las palabras de una conferencia que en 1982 dictó Manuel Buendía en la UNIVA a estudiantes de periodismo. En ese momento se lamentaba del rumbo incierto del país en medio de una crisis económica, social y política. Me disculpo por la extensión, pero vale la pena: “Yo no puedo hacer otra cosa que poner en las manos de cada uno de ustedes una antorcha con capacidad para arder, para incendiar y para iluminar, pero por el momento sin fuego. Ustedes son los que van a acercarle la pequeña pero definitiva flama que convierta esa masa oscura e inerte en una magnífica bola de fuego. La antorcha es una frase (¿y qué otra cosa podría ser sino palabra, verbo, fermento original, causa de la vida?). Y la frase es una consigna: el compromiso personal. Tomen hoy, en lo íntimo de su conciencia, un compromiso personal. Frente a la bandera de la Patria, frente a los ojos de sus maestros, de sus padres y de cada uno de los seres que aman, asuman un compromiso personal, individual, intransferible:Juren ser patriotas y limpios y valientes y eficaces. Juren ser fieles a México. Juren borrar de su vocabulario una palabra: rendición. Y si ustedes prometen esto y lo cumplen; si otros mexicanos jurasen igual, y también lo cumplieran, mañana mismo en la Patria amanecería otra vez la esperanza”. Larga vida a EL INFORMADOR que desde hace 106 años borró de su vocabulario la palabra rendición.jonathan.lomeli@informador.com.mx