Miércoles, 18 de Diciembre 2024

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El monarca y su montería

Por: Augusto Chacón

El monarca y su montería

El monarca y su montería

Deslumbrados, fatalmente lampareados como venados ante el cazador, lo miramos y lo miramos; los énfasis de sus manos, los gestos ya sabidos de cuando miente, su parado de prefecto de secundaria cuando cede el micrófono a alguien más (no es capaz de hacerse a un lado, de salirse del cuadro). No podemos dejar de escuchar ese su acento regional del sur que remarca o que inconscientemente hace notar cuando está enojado e insulta; su retórica sin ampulosidades, de capataz tabasqueño que usa sarcasmos muy básicos como fusta y que remata algunas palabras con la letra equivocada y deja la impresión de hacerlo adrede, aunque también puede ser que más bien haya leído poco. No obstantes sus palabras, su decir, su tortuoso descifrar las cosas, no podemos sustraernos a las arengas cotidianas, parece que ya no somos capaces de prescindir de sus opiniones, a pesar de que sabemos lo que dirá, ahí estamos, sometidos a su influjo, con la reacción a flor de piel, también previsible. Deslumbrados, fatalmente lampareados, como venados ante el cazador que simplemente, todos los días, jala del metafórico gatillo sin matarnos, nos deja maltrechos, enojados, iracundos, quejándonos y quejándonos. Sí, cuánto nos quejamos.

Quienes sostenemos que el Presidente está equivocado, que por un afán autocrático y para su beneficio personal está abismando a las instituciones, llenando los bolsillos de los militares con dinero y poder, practicando un laissez faire, laissez passer cada vez más evidente hacia grupos del crimen organizado (lo que incluye las más recientes manifestaciones del fenómeno de la migración), confundimos el fin de la sólo analógica cacería: creemos que el trofeo es la razón, demostrar que nos pertenece y exhibirla a quien quiera atendernos, generalmente únicamente quienes están en el juego de tener la razón, si es que ésta contradice al Presidente. Mientras que él no busca presas para disecar y coleccionar en Palacio Nacional, lo que pretende, y ha conseguido, es confinar su captura en la reserva estrecha en la que ya nos metió; ahí dentro tenemos a otras y otros como público cautivo (nunca mejor dicho), dispuestos a consumir nuestros impecables razonamientos para a cambio darnos una aquiescencia casi automática. En tanto, el cazador se queda dueño del territorio, amo y señor de una multitud que disfruta la eficacia de quien de manera sencilla y entendible le explica lo que piensa, sin que la multitud con sus individuos sienta la necesidad de columbrar su porvenir, ni la de exigir que las palabras del cazador tengan un buen efecto en la vida de sus parroquianos: a estos les bastan el son de triunfo que perciben en él y los lamentos de derrota con predicciones fatalistas que escuchan desde el confinamiento en que nos tiene, nos tienen arrejolados a los dizque dueños de la razón.

En la jaula del pensamiento indiscutible esgrimimos la razón como sable para vencer al enemigo, seguros de que nos pertenece, ni siquiera nos cuestionamos porque quienes se pasean fuera de nuestro aislamiento no la entienden y no nos entienden, pasamos directamente al juicio sumario: es por el nivel educativo del país, es que el pueblo quieren vengarse y no se da cuenta, necesita ser salvado, claro, por nosotros, perfectamente acomodados en nuestra prisión intelectual y moral, pero eso sí: con servicios de primera, de la alimentación y la salud a la calidad de nuestras viviendas, de las vacaciones que disfrutamos y nuestras posibilidades de ocio a ser dueños de la embelesadora razón. El Presidente tendió un cerco que nos desazona y es nuestra desazón la que le ciñe el laurel de victoria, a él con la devastación en la que está empeñado y que es constatable no por los argumentos que blandimos, sino a través de no pocos indicadores: seguridad, corrupción, devastación medioambiental, pobreza creciente, derechos conculcados (a la salud, a la educación de calidad, por ejemplo) y libertades en retroceso.

Pero, ¿por qué una masa significativa no ve esos y los demás indicadores o al menos los siente? Nuestro primer impulso al intentar responder es calificar mal la capacidad de esa masa para hacerse cargo del contexto, histórico, social, político y económico, si acaso vamos un poco más allá, contestamos que es la revancha de la clientela de Andrés Manuel. Es decir, sin notarlo, fortalecemos el cerrojo de nuestro encierro simbólico. ¿Y si aquello que postulamos estar perdiendo, para muchas y muchos ya estaba perdido o nunca lo tuvieron? O simplemente se ha degradado al ritmo habitual. Entonces tal vez asimilaríamos que el desencuentro desde el que el Presidente medra a sus anchas no es entre él y quienes claman tener la razón, sino entre un ellas y ellos siempre invisibilizado, y los que nos negamos a entender la vida de quienes, gobierne quien gobierne, se han quedado al margen de los beneficios del sistema, salvo que ahora les hablan con un código que les es propio, con él les prometen un futuro que no importa que tan real sea, lo que cuenta es que la mera esperanza les pertenece en exclusiva, y aunque nunca vaya a volverse un presente concreto, el truco está en que quien se los ofrece siga estando al mando, es decir: con el micrófono en la mano y activos los respectivos amplificadores que todos terminamos siendo. Si reaccionáramos de otro modo, con un nosotros incluyente, quizá el ensueño de unos y la pesadilla de otros, que forman el mismísimo coto de caza del Presidente, se desvanecerían.

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