Lunes, 13 de Enero 2025

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El incendio de Los Ángeles

Por: Luis Ernesto Salomón

El incendio de Los Ángeles

El incendio de Los Ángeles

Una sola imagen de una vivienda consumida por el fuego en Altadena, California, estremece no solo por la fuerza que transmite, sino porque sabemos que detrás del fuego siempre viene la ceniza. Con frecuencia, al calor humeante le siguen las lágrimas unidas a las pérdidas y las ausencias. Por eso seguramente, a muchos en el mundo les sacudieron las imágenes de Pacific Palisades, Altadena y otras comunidades arrasadas por las llamas esparcidas por el viento. Pero para los mexicanos, el fenómeno es mucho más cercano, especialmente para quienes recordamos que hace algunos años El Informador generó una edición semanal en aquellas tierras que a muchos jaliscienses les son tan familiares.

La pérdida de vidas y el dolor esparcido entre miles de familias no distingue razas ni fronteras; la tragedia alcanza por igual. En este caso, se han perdido mansiones, casas y departamentos en donde habitaban sueños hechos en México. Muchas de las llamadas a familiares, las preguntas apremiantes y también algunos de los lamentos más sentidos fueron expresados en español. Muchos de los afectados, bomberos, trabajadores de los servicios públicos son parte de esa realidad binacional que mantiene a familias viviendo entre Estados Unidos, México. California se ha convertido en el espacio de trabajo, sueños y lucha por superarse. ¿Y cómo no? Desde hace décadas, la historia de "ir al Norte" a trabajar es una realidad en muchas comunidades donde escasea todo, menos esas esperanzas e ilusiones que los mexicanos tomamos con tal sentido mágico que creemos que todo es posible. Y con el tiempo, hemos demostrado que sí lo es.

Ahora mismo, cuando aún las llamas están vivas, reduciendo a cenizas viviendas, parques y comercios, convirtiendo ilusiones en desafíos, ese espíritu sigue intacto. La solidaridad se manifiesta de muchas formas: desde las llamadas para saber de los seres queridos hasta los voluntarios mexicanos que decidieron ir a ayudar.

La tragedia ocurrida en Los Ángeles es también una tragedia mexicana. No solo por los compatriotas afectados, sino porque allá están y seguirán las sonrisas y las manos listas para volver a empezar. Construir es una de las cosas que más nos define.

Una muestra de los profundos lazos sociales que trascienden la frontera son y serán ellos: los que van y vienen, los que tienen la tarjeta verde y los que no; los que visitan a sus familiares y aquellos que casi ya no hablan español, pero que, a pesar de todo, siguen siendo más mexicanos de lo que ellos mismos creen.

Ya no existe la edición semanal de El Informador en Los Ángeles, pero los paisanos siguen allá, con el mismo espíritu y las mismas ganas de trabajar que han marcado al sur de California. Por eso, esas imágenes son tan cercanas, se sienten como propias, y la respuesta siempre es solidaria. La realidad nos indica que tenemos un destino compartido, a pesar de todas las barreras. Porque, al final de cuentas, en cada familia binacional hay un solo corazón latiendo a ambos lados de la frontera, que dice que sí se puede.

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