El asalto a la embajada de México en Ecuador constituye un punto de inflexión en las relaciones internacionales, especialmente en Latinoamérica, generando interrogantes sobre el respeto a la legalidad y la diplomacia entre naciones. Este incidente no sólo representa una violación flagrante de los principios fundamentales que rigen las relaciones entre estados soberanos, sino que también resalta los riesgos inherentes a priorizar la política sobre la ley.En el núcleo de este desafío a la legalidad internacional yace el incumplimiento del artículo 22 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, un componente esencial del derecho internacional que garantiza la inviolabilidad de las misiones diplomáticas. México tiene todo el derecho de buscar justicia ante la Corte Internacional de Justicia por esta violación, así como de exigir medidas precautorias y reparaciones adecuadas.Más allá de las implicaciones legales, este acto de agresión plantea interrogantes más profundos sobre el respeto a las normas y valores que sustentan la convivencia entre naciones. En un mundo donde la diplomacia y el diálogo deben primar para resolver disputas, la violencia y la ruptura de acuerdos internacionales no pueden ser toleradas.Resulta especialmente preocupante el precedente que este incidente podría establecer. Si permitimos que las disputas políticas y los intereses partidistas prevalezcan sobre el respeto a la legalidad y la dignidad de las misiones diplomáticas, corremos el riesgo de adentrarnos en un terreno peligroso de confrontación y desconfianza entre países. En un momento en que la estabilidad y la cooperación internacional son imperativas, debemos reafirmar nuestro compromiso con los principios básicos del derecho internacional y la diplomacia.Es digno de mención el papel de México en el derecho de asilo, una tradición que ha sido un factor positivo en numerosos episodios en América Latina y que es precisamente el pretexto usado por el Gobierno de Ecuador para el asalto.La respuesta de la comunidad internacional ante este acto de agresión es crucial. Es imperativo que las naciones, especialmente las de la región, se unan en una condena contra esta violación de la legalidad internacional, enviando un mensaje inequívoco de que los ataques a embajadas y misiones diplomáticas no serán tolerados bajo ninguna circunstancia.Es alentador observar el respaldo casi unánime que ha recibido el Presidente de México por parte de la sociedad mexicana y cómo la condena internacional se está generalizando. Este apoyo no sólo fortalece la posición de México en su búsqueda de justicia, sino que también envía un mensaje claro a aquellos que buscan socavar la legalidad internacional: no lo permitiremos. Esperemos que la crisis se resuelva por las vías diplomáticas y que el hecho quede como un incidente que nunca debe repetirse y que se ofrezca una disculpa a México.En última instancia, debemos recordar que la diplomacia y el respeto mutuo son los pilares sobre los cuales se construye un mundo más justo y pacífico. Los actos de agresión como el que presenciamos en Ecuador nos recuerdan la importancia de defender estos principios fundamentales, y de trabajar juntos para garantizar un futuro en el que el diálogo y la cooperación sean los verdaderos motores del progreso humano.luisernestosalomon@gmail.com