El Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) vive atado al pasado. No es solo que tenga una declarada nostalgia por el siglo XX. Es que ni la victoria del 2018 fue suficiente para que el tabasqueño dejara atrás rencores, se liberara del fardo de los agravios de las luchas de casi tres sexenios. Tenemos un Mandatario consumido más por la necesidad de presumir que al final ganó, inconsciente de la urgencia de que asuma plenamente la responsabilidad de gobernar.Eso ha sido este año. Una kermés por la victoria. Mientras los opositores se esconden, mientras la clase política se achica a sabiendas lo mucho que falló -corrupción y negligencia-, López Obrador campea sin que nadie se alce con un proyecto, sin que alguien proponga algo distinto al pasado prianista y al presente lopezobradorista.Como para confirmar tan magro panorama, Felipe Calderón Hinojosa reapareció en escena y desde hace algunos meses recorre el país promoviendo una nueva organización política, a la que han denominado México Libre.El tema es qué ofrecen esos que ya bailaron a la hora de querer volver a la pista. Y ahí es donde Calderón Hinojosa, paradójicamente, se ha convertido en la comparsa ideal de López Obrador.Bajo es el nivel del Gobierno si el titular del Ejecutivo, incontenible por los suyos, despacha grosería hacia un ex mandatario, hacia un ex comandante supremo de las Fuerzas Armadas.Las frases que el Presidente AMLO dedicó a Calderón la semana pasada denotan que muchos meses después de su triunfo electoral el Mandatario desconoce que el alcance de sus palabras ha cambiado, que ya no es el opositor en una plaza, sino la cabeza de una nación, la voz que debe hablar por los más sin descuidar a los menos, privilegiar lo que ayuda, callar lo que no suma.¿A quién le hace falta volver a escuchar que “Calderón declaró la guerra, le pegó un garrotazo a lo tonto al avispero y nos metió en todo esto que estamos padeciendo todavía. No había ni siquiera un plan y en vez de atender las causas, quiso -de manera espectacular- resolver el problema sólo con el uso de la fuerza”?No sobra decir que la frase está lejos de ser siquiera original. Aun antes de la campaña del 2012, AMLO ya usaba esa figura del palazo al avispero.¿Con quién pretende quedar bien el Presidente López Obrador cuando señala: “no olvidemos -que esto no se dice- que cuando declara la guerra a la delincuencia organizada va a Michoacán, en Apatzingán, que hay mucho calor, así como en Tabasco, es la Tierra Caliente de Michoacán, y va vestido de militar, se pone un chaleco -que hasta le quedaba grande, parecía el comandante Borolas- y ahí declara la guerra”?¿A quién alimenta López Obrador al exacerbar así los ánimos?La tragedia que vivimos merece contención de parte de todos. Demanda una narrativa que, antes que nada, recuerde de forma permanente que estamos ante decenas de miles de muertes, de víctimas de una guerra que por las más diversas razones ha enlutado a familias en todo el país.Si el Presidente no tiene esa conciencia, si no es capaz de esa mesura, ello no exime a otros de esa obligación. Es ahí donde Calderón falló la semana pasada.Ante la descalificación presidencial por la talla de la chaqueta militar que usó al lanzar el operativo michoacano allá en diciembre de 2012, el ex presidente no resistió y tuiteó el siguiente mensaje: “Hoy se cometen más de 100 homicidios al día, casi el doble que al final de mi gobierno, el cual comenzó a limpiar la casa plagada de animales venenosos. Hoy se les deja crecer porque no distinguen alacranes de abejas. A mí no me queda el saco, a otros el cargo les queda grande”.Así es Calderón, no desperdicia oportunidad para permitir que su temperamento domine sobre su carácter, para que su impulso le nuble el raciocinio. Y con eso, iguala al Presidente López Obrador. Se merecen mutuamente. Dos tipos de cuidado que no están a la altura de lo que hoy demanda México.